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ISSN 2594-1976
Artículos

¿Pueden las redes sociales cambiar un país?

admin - 6 julio, 2010

Las redes sociales basadas en Internet son la herramienta de cambio social más poderosa con la que contamos en la actualidad los mexicanos.

Lo anterior se trata, lo sé, de una afirmación temeraria que requiere una justificación, y de ello trata este artículo, porque a la invitación de los editores de esta revista para escribir sobre el uso social de estos espacios respondo con un entusiasta sí. Sobre todo si así se entiende mejor qué es lo que está pasando y por qué debemos subirnos a esta ola antes de que nos pase por encima.

Las redes sociales no son nuevas, todos lo sabemos. Nacemos siempre ligados a otros y esas relaciones crecen con nosotros conforme trabajamos, estudiamos, conocemos más gente con la que compartimos algún interés. Sin embargo, cuando este fenómeno se lleva a la red, la fuerza de esta dinámica se multiplica de forma exponencial, porque de la noche a la mañana nuestros contactos no están limitados por el mundo físico, y la capacidad de diálogo se acelera hasta alcanzar la velocidad de lo inmediato.
Lo anterior, ya que con su nacimiento –y notable crecimiento en los últimos dos años— las redes sociales cambian la estructura de poder de la sociedad. No porque trastoquen de inmediato las situaciones económicas –el rico y el pobre lo siguen siendo con o sin Twitter o Facebook– sino porque modifican uno de los bienes más importantes de toda sociedad: el acceso al espacio público, al terreno en el que se debaten los temas relevantes para una sociedad. El cambio en este campo es el que explica el resto de sus efectos. Permítanme explicar el porqué.
Hasta ahora la decisión respecto a qué temas eran conocidos por la sociedad estaba acotada por un actor: los medios de comunicación, protagonistas de la vida pública que han tenido como principal función determinar qué es conocido por muchos y de ahí valorado para ser atendido. El cambio fundamental es que la relación entre ese actor y la sociedad cambió.
Lo hizo, en primer lugar, porque los ciudadanos han dejado de estar aislados. Hasta ahora si una persona tenía una mala experiencia con el gobierno o con una empresa en particular sólo podía desahogarse con su red inmediata: sus amigos, familiares, compañeros de trabajo. A partir de la Web, esa queja alcanzará a tantas personas como el mensaje sea reenviado una y otra y otra vez, sin que para ello deba emitir un juicio un medio tradicional.
Es esa posibilidad de hacer visible lo que antes permanecía en la opacidad, lo que constituye un cambio radical. Entre otras cosas, por los costos de ignorar esa queja –antes mínimos– que ahora adquieren otra dimensión. Efecto que no está solo, pues ahora los mismos medios encuentran en estas redes los temas que al menos un grupo de ciudadanos ha calificado como relevante, lo que bien puede traducirse en una mayor audiencia al convertirse en un insumo más de los siste-mas de información. Cada vez con más frecuencia encontramos que un tema que nació en las redes sociales termina en la primera plana de un diario nacional.
En otras palabras, el cambio de fondo, el verdadero relevante, más allá del factor tecnológico, es que por primera vez, la opinión pública empieza a contar: ante los ojos de otros ciudadanos, de los periodistas y, en ese mismo sentido, ante los ojos de la autoridad.
Los ejemplos de que ello está ocurriendo saltan a la vista. El año pasado, el Gobierno Federal propuso aplicar un impuesto de 3% a todas las telecomunicaciones. Apenas puso el tema sobre la mesa un twittero –activista en esta red que comparte mensajes de 140 caracteres máximo– acuñó la etiqueta de #internetnecesaria, que como si se tratara de una pandemia se fue contagiando de un usuario a otro hasta adquirir tal presencia que se convirtió en un tema relevante en Twitter internacional. La experiencia fue tal que los periodistas de medios tradicionales, en especial la radio, comenzaron a entrevistar a algunos de los activistas más notables, lo que después derivó en un histórico encuentro entre twitteros y senadores que concluyó, al paso de varios días, con una especie de exención a ese impuesto en particular.
Pero esa es sólo una experiencia. A ese caso siguieron otros como el movimiento “¡Ya bájenle!”, que ha pugnado por un cambio en la fórmula con la que se asignan los recursos a los partidos políticos; el escándalo en las redes sociales por la homofobia del conductor de Televisa Esteban Arce; y recientemente #Aventón-Ciudadano, que es un recorrido por el país de personas que demandan se apruebe una reforma política y que consiguen quién los lleve de una ciudad a otra vía los contactos que realizan por medio de las redes sociales. Estos son algunos de los movimientos de mayor visibilidad que se han visto acompañados por otros quizá menos comentados, pero no por ello menos relevantes: las vigilias en Twitter para denunciar la violencia en Ciudad Juárez o los 39 minutos de silencio (sin enviar mensajes) en honor a las víctimas del incendio en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora.

El cambio relevante es que, por primera vez, la opinión pública empieza a contar: ante otros ciudadanos, los periodistas y la autoridad»

Como es obvio el impacto en cada caso ha variado. Algunos lograron influir de manera concreta en políticas públicas, otros tuvieron el mérito de haber llevado sus temas a los medios tradicionales y en el peor de los escenarios –que no es cosa menor– estas campañas sirvieron para que los participantes reforzaran su identidad como militantes de una causa concreta.
Se ha dicho, y es importante reconocerlo, que lo ocurrido es un espejismo, que los participantes en México en estas redes –que en el mundo se cuentan por millones, 400 en Facebook y más de 106 en Twitter– son marginales y que en los hechos operan como clubes de Tobi.
Se trata de verdades a medias. Porque si bien apenas se habla de 160 mil cuentas activas en Twitter, el fenómeno es cualitativo antes que cuantitativo. En los hechos los ejemplos mencionados han mostrado una capacidad de influencia para los ciudadanos y sus causas, que no habrían encontrado cabida por los canales tradicionales. Es lógico, en la mayoría se trataba de temas que los partidos no habrían hecho suyos ni que nacieron de trabajos de los propios medios de comunicación. Fueron los ciudadanos quienes marcaron la agenda.
También es digno de mención que estos fenómenos no tuvieron como impulsor o protagonista a un líder político o partidista ni surgieron al calor de un proceso electoral. Se trató de movimientos creados por ciudadanos para ciudadanos.
Esa tendencia puede entenderse como resultado de la flexibilidad que tienen las redes y que permiten que sean los propios participantes quienes filtren las banderas que compiten entre sí, de tal forma que sólo so-brevivan y trasciendan aquéllas que entusiasmen a un número importante de ciudadanos. En este sentido, las redes sociales son de notable democracia.
¿Hasta dónde llegará su poder transformador? Es muy pronto para afirmarlo pero su potencial es evidente. En su corto tiempo de vida –que considero es menor a dos años, ya con esa dinámica– han mostrado ser un contrapeso y un complemento para los medios de comunicación tradicionales; en la medida en que los actores políticos entren a estos terrenos, buscando apoyo popular, el espacio se consolidará como una extensión de la convivencia política con la diferencia de que en estos lares los ciudadanos juegan en el papel de local, como los dueños de la cancha, y no como visitantes como se suele percibir con frecuencia en las instituciones políticas: congresos, gobiernos, partidos, etcétera.
La transformación ya está en marcha, y como señalábamos al principio, más vale subirse a tiempo antes de que nos pase por encima, porque las redes sociales en Internet bien pueden ser instrumentos para que las personas, organizaciones de la Sociedad Civil, políticos o empresas, construyan mejores relaciones, por medio del diálogo, pero si son mal entendidas pueden transformarse en auténticas pesadillas en que la buena reputación de un actor se evapora en muy poco tiempo.
Nos guste o no el fenómeno llegó para quedarse y si va a cambiar es sólo para crecer. Por eso aprovechemos el momento para sacar lo mejor de esta experiencia y aprendamos a poner el poder de estas redes al servicio de las mejores causas.

Mtro. en Gestión de la Comunicación y Política Electoral
Mario A. Campos Cortés
Director del Sistema Nacional de Noticiarios
Titular de Antena Radio, Primera Emisión
IMER
@mariocampos
macamposc@gmail.com

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