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ISSN 2594-1976
Artículos

Bonos de carbono. Papel estratégico de los derivados en ese mercado

admin - 12 octubre, 2010

M. en A. y C.P. Carlos E. Pacheco Coello
Profesor de licenciatura y posgrado en la F.C.A.
UADY
pcoello@uady.mx

Dra. Amarella Eastmond Spencer
Investigadora de la Unidad de Ciencias Sociales
UADY
espencer@uady.mx

A pesar del número de jefes de estado que asistieron a la reunión cumbre sobre el cambio climático en Copenhague a finales de 2009, los resultados del evento decepcionaron a muchos, debido a que en la redacción final, no se incluyó un acuerdo vinculante para disminuir las emisiones de los llamados Gases de Efecto Invernadero (GEI), que son la causa principal del aumento de la temperatura en el planeta

Las consecuencias ambientales del fracaso de las negociaciones en Copenhague se observan principalmente en la volatilidad de los mercados de carbono, creados desde el Protocolo de Kioto en 1997 para corregir el error más grande del mercado en la historia (Stern, 2007), además de dirigir y financiar el tránsito hacia la reducción mundial en la emisión de carbono. La teoría atrás de los mercados plantea que si se limita la cantidad de emisiones de GEI que las economías pueden enviar a la atmósfera, aumenta el costo de usar energía fósil y, en consecuencia, se hace mucho más atractiva la adopción de energía alternativa que no contamina con estos gases (como la energía eólica, solar, hidráulica), o por lo menos, lo hace a niveles mucho más bajos, como en el caso de los biocombustibles. El sistema que se estableció para bajar los costos globales de disminuir las emisiones de los GEI para la sociedad en general, se denomina “topes y comercio” (Cap and Trade, en inglés).
En las economías avanzadas (principalmente países europeos) que actualmente participan en un esquema de topes y comercio, se fijan los límites de las emisiones permitidas con base en los niveles históricos de las empresas más contaminantes. Los gobiernos de cada país otorgan créditos o bonos de carbono (que son derechos de emitir cierta cantidad de CO2 o su equivalente) a todas las organizaciones incluidas en el sistema de topes y comercio de su territorio. En algún momento determinado, estas organizaciones tienen que rendir cuentas y regresar a su gobierno los derechos que equivalen a la cantidad de gases emitidos por ellas a la atmósfera en este periodo.
El mercado se crea cuando las empresas venden y compran estos bonos de carbono entre sí, según sus necesidades para exceder su límite fijado. Si una empresa emite menos carbono de la cantidad permitida por su cuota asignada, puede vender el exceso de bonos de carbono a otras empresas. Si, por el contrario, emite más de lo permitido por su asignación de créditos, entonces tiene que comprarlos en el mercado para compensar la diferencia. Los bonos están medidos en unidades de reducción de emisiones equivalentes a una tonelada de bióxido de carbono.
Otro sistema, también establecido en el Protocolo de Kioto (artículo 12), es el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) que funciona con “créditos o bonos de compensación” (offset credits). Éstos no son creados por los gobiernos, sino ganados por no haber emitido cierta cantidad de GEI. Se generan fuera de las economías de límites a través de proyectos creados para reducir o secuestrar los GEI, y se pueden vender a los emisores de CO2 en las economías con límites para ayudarles a cumplir con sus cuotas.
La racionalidad económica atrás de la inclusión del MDL en el Protocolo de Kioto es la consideración de que es más barato reducir las emisiones en los países en desarrollo que en los países industriales. Por otro lado, se estima que las emisiones de los países en vías de desarrollo aumentarán mucho en el futuro cercano, por lo que existe un gran potencial para que contribuyan, con la ayuda financiera de los países industriales que necesitan comprar los créditos de compensación, a la reducción global de GEI a través de sus decisiones de invertir en infraestructura y procesos más limpios.
Actualmente, México cuenta con 221 proyectos registrados en el mecanismo de desarrollo limpio (UNFCCC, 2010). Uno de ellos es el que implementó el Grupo Porcícola Keken en sus 43 granjas de cerdos en la península de Yucatán (Grupo Porcícola Mexicano, 2009). El problema ambiental que enfrentaba Keken antes de implementar su proyecto era cómo tratar los 18,000 kilos de excremento producidos diariamente por los cerdos sin contaminar los acuíferos en los alrededores. La solución se encontró en la construcción, iniciada en 2008, de 13 biodigestores anaeróbicos para fermentar y descomponer el excremento por medio de la presencia de bacterias anaeróbicas, dejando como productos finales gas metano, dióxido de carbono y efluente rico en nutrientes y materia orgánica estabilizada. Por medio de un sistema de recolección y quema del gas metano, se logra reducir 23 veces la cantidad de metano que se libera a la atmósfera. Por otro lado, el agua residual es usada como riego para jatrofa, una planta que se puede convertir en biocombustible.
La inversión financiera en la construcción de los biodigestores fue muy fuerte para Keken, pero las ventajas ambientales son enormes: la reducción de 80,000 toneladas de emisiones de CO2 o su equivalente (KUO, 2007) por las cuales Keken recibió 80,000 certificados de reducción de emisiones de CO2 (CERs) que ha podido subastar en el mercado de carbono de la Unión Europea. El precio en el mercado de carbono actualmente es volátil fluctuando entre 5 y 25 euros. Aunque no sabemos cuánto dinero recibe Keken del mercado de carbono, seguramente es una cantidad considerable que le permitirá pagar la inversión de su proyecto de mejora ambiental en unos cuantos años, de esta forma todos ganan: la empresa, la comunidad cercana a las granjas, el medio ambiente y la sociedad en general.
El problema para los inversionistas en tecnología verde y proyectos de desarrollo limpio radica en que la compra y venta de bonos de carbono es, en esencia, un comercio de derivados. La mayoría del carbono es vendido como futuros o contratos a futuro, que son un tipo de derivado.
El mensaje económico está muy claro: en este momento de recesión y falta de voluntad política para controlar las emisiones de GEI, el exceso de bonos de carbono en el mercado ha suprimido su precio a tal grado de que no hay ningún incentivo para que las empresas cambien a tecnología limpia. Las energías renovables sólo pueden competir contra la energía fósil si la tonelada de carbono tiene un precio de entre 30 y 45 euros. A sólo 12 o 13 euros la tonelada, pocos agentes económicos racionales invertirán en un futuro bajo en carbono.
La única forma de subir el precio del carbono es por medio de una legislación que reduzca los niveles de emisiones permitidas. Si esto no sucede o tarda demasiado, las inversiones simplemente no se harán en las cantidades y el tiempo necesarios para reducir las emisiones de GEI de manera significativa.
Analistas de Bloomberg New Energy Finance han calculado que se requiere de una inversión de alrededor de 500 billones de dólares por año para estabilizar las emisiones en la atmosfera para 2020. La evidencia de los últimos años demuestra claramente que, por sí solos, los mercados no son la solución, y sin regulación seguirán fallando a la sociedad. En este momento nos quedan dos pequeñas esperanzas para salvaguardar el sistema de reducción de emisiones de GEI: que los resultados de la legislación sobre el cambio climático en los EE.UU., sean favorables y que la reunión en México, a finales de 2010 sea más exitosa que la de Copenhague.

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