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ISSN 2594-1976
Artículos

Ética en las sociedades contemporáneas

admin - 1 marzo, 2011

Dra. Yolanda Angulo Parra
Directora del Centro de Estudios Genealógicos para la Investigación de la Cultura en México y América
Latina, A.C. (CEGE)
Fundadora del Seminario Nacional de Ética
yolangulo@yahoo.com

En un mundo de impresionante desarrollo tecnológico, dinámico, consumista e incluso frívolo, pudiera pensarse que la ética es materia muerta; sin embargo, frente a las situaciones que enfrentan las sociedades actuales —pobreza, migraciones masivas forzadas, criminalidad, drogadicción, trata de personas, guerras intestinas y corrupción—, surge la necesidad de un contrapeso a la balanza que implique transformaciones profundas hacia mejores formas de vida

Todos conocemos las medidas o normas institucionales que se despliegan para preservar la vida y el bienestar de los ciudadanos de cada nación, pero esas medidas preventivas y correctivas no son suficientes, puesto que provienen de fuera y, a menos de que el individuo llegue a interiorizarlas como parte de su propio ser, son violadas consuetudinariamente.
Asimismo, son conocidos los esfuerzos de instituciones gubernamentales y organizaciones sociales cuyo fin es promover la ética y los valores morales. No obstante, en algunos casos no existe la suficiente claridad en torno a los conceptos que se usan, con lo cual se corre el peligro de confundir al público al que van dirigidos o  bien, de fracasar en el logro de los objetivos propuestos.
Para evitar lo anterior y abordar la problemática en forma más dinámica, frontal e incluso punzante o acometedora, es necesario estudiar la ética filosófica y promover el involucramiento de los profesionales de la filosofía en dicha dinámica.

Ética y moral
El uso de los términos ética y moral como sinónimos es válido en el vocabulario cotidiano, incluso profesionalmente si es aclarado de antemano, lo cual resulta pertinente, pues en realidad son sinónimos, con la diferencia de que “ética” se deriva del vocablo griego ethos, en tanto “moral” proviene de la traducción latina hecha por Cicerón, como mor, moris.
Desde la antigüedad encontramos diferencias en lo que respecta al significado de la ética y de la moral, pues no es lo mismo la ética socrática (recordemos que Sócrates es considerado el primer filósofo en hacer ética) que la aristotélica o la kantiana, etc. De ahí la necesidad, en el ámbito profesional, de hacer las distinciones y aclaraciones apropiadas según el sentido en que se usan los términos.
Por otro lado, no debemos olvidar el carácter histórico de los conceptos, ya que estos, conforme a un enfoque genealógico, sólo adquieren su sentido y función en un contexto determinado, debido a que son generados por una serie de prácticas sociales, juegos de saber y verdad, y relaciones de poder que les dan vida.
El filósofo debe especificar en su obra el sentido en el que usará esos conceptos, ofreciendo los argumentos adecuados, pues su discurso no se desarrolla en forma caprichosa, sino con base en una realidad social, histórica y cultural determinada.
Pues bien, esta realidad nos muestra, en toda sociedad, individuos que actúan, sienten, dudan, juzgan y piensan. Por un lado, solemos preguntarnos si actuamos bien o mal, si dañamos a alguien, si ofendimos o debimos conducirnos de otra forma; por otra parte, también emitimos juicios respecto a la conducta de otros en su trato con los demás. Estas inquietudes sólo son posibles porque cada sociedad cuenta con un conjunto de normas y valores que dictan las pautas de conducta y formas de relación entre sus miembros.
La moral es tan antigua como la humanidad, pues la vida sería imposible sin esas normas que frenan el deseo y rigen las relaciones. Sin embargo, en un momento histórico determinado, el ser humano se cuestionó sobre la pertinencia de alguna norma, el comportamiento efectivo pasó a ser objeto de reflexión, fue entonces cuando apareció la ética.
En consecuencia, se puede decir que la moral es el conjunto de normas, principios y valores de una sociedad, gracias a los cuales el individuo aborda o resuelve problemas cotidianos del tipo: ¿debo cumplir la promesa a X? El propio individuo se formulará otro tipo de planteamientos, tales como: “si cumplo la promesa a X, ¿ocasionaré un daño a Y?”, o bien, “si no cumplo la promesa a X, ¿perderé su amistad?”. La ética no aborda problemas particulares, sino que su reflexión versa sobre lo general. En este caso, formulará preguntas generales sobre el cumplimiento de las promesas, si debe o no haber excepciones, acerca del valor de la amistad, del amor, etcétera.
En síntesis, se puede decir que la moral es aquello que nos ayuda a tomar decisiones particulares en nuestras relaciones personales con los demás; en tanto la ética, es la disciplina filosófica que estudia profesionalmente todo lo que sucede en el ámbito moral, es decir, en el campo de nuestra conducta.

Conceptos y principios éticos fundamentales. Las 13 nociones de ética
Siendo la moral un fenómeno tan complejo como las relaciones humanas, la tarea de la ética no es nada fácil. Debe explicar y aclarar los conceptos fundamentales de la moral, pero como a lo largo de la historia han existido teorías morales diversas, podemos señalar algunos conceptos y principios que encontramos en casi todas las éticas: la libertad y la responsabilidad moral.
En realidad, lo que existen son principios morales, los cuales deben pasar por la reflexión crítica de la ética, para determinar su función en la sociedad. Como es sabido, los grupos sociales no son un todo homogéneo con intereses y deseos iguales, y mucho menos con el mismo grado de influencia social. Actualmente, es fácil detectar que una élite globalizada es la que rige al mundo, pues posee los medios para imponer gustos, deseos, intereses e incluso normas, principios y valores morales. La ética debe dilucidar esos problemas.
En años recientes se ha venido discutiendo un aspecto de la ética, inspirado en el mundo helenista, para resaltar el quehacer del individuo en la constitución de su propio ser moral. Con esa inspiración, cuando me propuse: “que la filosofía saliera a la calle”, para una difusión de lo que se hace en el cerrado mundo académico. Me interesé por esa otra dimensión de la ética desarrollada por filósofos de la antigüedad griega y latina, como estoicos, epicúreos cínicos y escépticos. Lo anterior significa que cada individuo constituye su propia obra de arte, pues durante nuestra vida estamos en constante formación a través de los propios pensamientos y actos. Tomar esta tarea en forma consciente es parte de mi interés en la difusión de una ética con sentido social y humano. En suma, se trata de promover, además de la ética filosófica, como reflexión sobre la moral, la ética como los antiguos: una “estética de la existencia”.
Del estudio de ambas dimensiones de la ética surgió mi propuesta de las “13 nociones de ética”, como una suerte de combinación de la ética como reflexión sobre la moral, la moral en nuestro tiempo y en nuestra sociedad; y de la ética como arte de sí mismo, por medio de ciertas técnicas. Es decir, lo que hoy es un esbozo, pienso convertirlo en una próxima publicación que llegue a públicos amplios, no solo de iniciados, con el propósito de transformar algunas de las nociones actuales, abandonar otras, incluir otras más; en fin, se trata de un trabajo en ciernes.
Quiero comentar, brevemente, algunas de estas nociones. La primera es el despertar. Con esta noción me refiero a “una sacudida de conciencia”, un llamado a la reflexión para despertar del placentero sueño que nos lleva a un sopor, a mantenernos seguros, sin conflictos. Es abrir los ojos a una vida intensa, de riesgo, pero plena, en el sentido de asumir nuestro papel como seres morales y reflexivos, por lo tanto, éticos.
En seguida sugiero otras, como la libertad, para enfatizar el hecho de que ser libre no significa hacer cualquier cosa. La libertad debe construirse, desarrollarse y poner límites al deseo. Ser libre implica llevar una vida interior, ser conscientes de que en esta época de ruidos ensordecedores no debemos huir para acallar la conciencia. Las tentaciones son muchas; juzgamos fácilmente los actos ajenos, nos espantamos de quienes matan sin remordimiento alguno. Pero, ¿acaso no hacemos nosotros lo mismo cuando cometemos actos de corrupción, cuando volteamos la mirada para evadir una respuesta de solidaridad o de justicia?
Vinculadas con la libertad, propongo las nociones de responsabilidad moral y obligación ética. Cuando la persona moral somete los códigos morales de su sociedad a una auténtica reflexión, para aceptarlos, cuestionarlos o incluso violarlos, está ejerciendo su libertad y actúa responsablemente. Las normas del código se someten a escrutinio, abandonando unas, reafirmando y proponiendo otras.
Así surge la obligación ética. En este nivel la persona no se concreta a cumplir con el deber cuando se sabe observado y en peligro de sanción. Tampoco se circunscribe a cumplir con la obligación “negativa”, de no dañar, no ser deshonesto, no matar, no robar, etc. Por lo general, el tema de la corrupción se analiza en este ámbito tan elemental, como no tomar lo ajeno o no valerse de una posición política o social para el propio beneficio.
En un nivel superior, el ser ético no permanece en la pasividad de no hacer daño, sino que pasa a la obligación positiva de hacer algo por los demás, sanar las heridas de otros, luchar en beneficio de quienes por circunstancias inevitables son incapaces de salir de su desgracia. Ejemplifiquemos con el caso del servidor o funcionario público, cuya función le ha sido encomendada por el pueblo. No basta con no abusar del puesto, sino que éticamente debe pasar a la obligación positiva de servir y trabajar por los intereses de aquellos que depositaron su confianza en él. Este es el verdadero significado de la rendición de cuentas, concepto que desde luego incluyo en las 13 nociones.
La noción de nobleza nos coloca en el terreno de la ética nietzscheana. A la persona noble le horroriza la vulgaridad y aprovecharse de situaciones, sacar partido de las personas, engañarlas, todo ello considerado síntomas de vulgaridad. La persona noble tiene buenos modales, es honesta, franca, alegre y veraz; cultiva la magnanimidad, no atesora, es desprendida, espléndida. El ser noble no guarda rencores que envenenan el espíritu, no perdona, olvida. Ama su soledad, esos momentos de reflexión, de encuentro consigo mismo. Es profundo y ligero según la situación lo requiera; pero, por sobre todas las cosas, ama la vida: es vitalista.
Otras nociones como la justicia, la ejemplaridad y la congruencia, se incluyen. Es difícil caracterizar la justicia sin caer en fórmulas vacías como “dar a cada quien lo que le corresponde”, pues se requieren criterios para saber qué corresponde a cada cual y quién lo decide.
La justicia del auditor profesional, externo o interno, ya sea que actúe en el sector empresarial privado, en el social o en el gubernamental, puede basarse, por ejemplo, en el criterio de la responsabilidad o de la obligación moral pasiva, como la transparencia. Pero, desde la obligación positiva, buscará el actuar ético, aun sabiendo que implica riesgo, enfrentamiento, salir de su moral convencional y del espacio de confort que le proporciona. Reflexionará sobre la justicia no como un ente abstracto, o como un conjunto de normas perfectamente establecidas que se deben conocer y aplicar, sino como algo que se debe estar cuestionando constantemente, para cada caso.
La constitución del sujeto moral resume gran parte de las nociones anteriores. Para transitar del ser moral al ser ético, es necesaria la reflexión constante, superar tentaciones, pasar por un proceso agonístico, para finalmente lograr lo que los griegos llamaban sophrosyne, el estado de la temperancia y el autogobierno. En la Antigua Grecia los filósofos consideraban que un gobernante incapaz de gobernarse a sí mismo era una contradicción y una aberración. Me parece que esta apreciación resulta importante en todas las épocas y en todos los lugares, particularmente en la actualidad.
Ser congruente y ejemplar no significa ser moralmente bueno en todo momento; estamos hablando de seres humanos con errores y fracasos. Lo que se trata de evitar es la incongruencia sistemática.
Para concluir, cabe recordar las enseñanzas de San Agustín: “Sólo necesitamos la moral por falta de amor”. El amor bastaría: “Ama y haz lo que quieras”, sí, pero el amor, la mayoría de las veces no consiste en esto, por eso necesitamos una moral, porque amamos “demasiado poco y demasiado mal”. No se trata de inventar nuevos valores ni nuevos dioses, sino de ser fieles a los valores históricos, a aquéllos que nos han convertido en lo que somos; en suma, ser fieles a los valores que hemos recibido y que, por lo mismo, tenemos la obligación de transmitir.

¿Por qué se insiste en tener códigos de ética?
La costumbre es muy fuerte. Aunque no sería del todo incorrecto si el contenido de esos códigos no se redujera a una serie de normas y sus respectivas sanciones. Desde mi perspectiva, no me parece que debiera cambiar el título “Código de ética”, por algo como “Código normativo del Contador”, por poner un ejemplo. Mejor sería diseñar auténticos programas de ética, para lo cual se requeriría una investigación profunda sobre la función del profesionista en la sociedad, como un actor de cambio, un ser preocupado por auto-constituirse, por tomar en sus manos esa estética de la existencia, en una búsqueda constante de técnicas, prácticas encaminadas a la transformación de sí mismo, abocándose a la reflexividad constante que supone el actuar ético frente al actuar moral.

La ética en la profesión contable
Desde tiempos remotos el papel del Contador ha sido de tal importancia que no se ha llegado a comprender por completo. Si actuara éticamente, no se concretaría a las exigencias actuales de “transparencia” y “rendición de cuentas” en el sentido burdo, habitual que prevalece. En sus manos está optar por la gestión de recursos, tanto públicos como privados al servicio amplio de la comunidad, de la institución para la que trabaja o bien, trabajar en beneficio propio, sin importar los medios.
Por lo tanto, el Contador Público, así como recibe de manera constante el entrenamiento y la actualización en materias técnicas, propias de su profesión, debería estar igualmente interesado en aquello que incide en la constitución de su ser, en un proceso de constante perfeccionamiento individual y social. Una tendencia filosófica actual, que en términos generales pudiera denominarse “filosofía práctica”, se vincula con instituciones, organizaciones y profesionales de todas las áreas, para introducir la reflexión filosófica y ética, con el afán de contribuir al mejoramiento social.

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