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ISSN 2594-1976
Artículos

Mujer y líder. El sutil equilibrio

admin - 2 septiembre, 2011

Mtra. Margarita Ramírez Solís, MDH
Consultora en procesos organizacionales
mramirez507@hotmail.com

Los retos que enfrentan las organizaciones requieren respuestas cada vez más rápidas y creativas que solo pueden surgir de la sabiduría colectiva en donde todas las personas que forman el grupo contribuyan no solo con sus fortalezas individuales, sino en una sinergia e interacción saludables que desencadenen una mayor productividad, creatividad e innovación. La creciente complejidad en el entorno de los negocios hace que la noción de la búsqueda del éxito individual se convierta más en un riesgo que en una ventaja competitiva al no aprovechar el talento disponible

Desplegar el “genio colectivo”, promover un ambiente en el que los individuos se sientan seguros y motivados para aportar sus mejores recursos, para apoyar a otros y para trabajar en el logro de una meta común deseada, es un asunto estrechamente vinculado con los estilos de liderazgo.
Existe abundante literatura sobre el tema de liderazgo donde se revisan los atributos de los líderes, sus comportamientos, los valores que los guían y su concepción sobre la naturaleza humana, y se explica cómo contribuyen a la motivación, eficacia y eficiencia en la conducción de los grupos para alcanzar los objetivos. Los factores analizados pueden incluirse en alguno de los dos grupos:

  • Atributos relacionados con un estilo de liderazgo autoritario-individualista, como la agresividad, la seguridad en sí mismos, el individualismo, la orientación a los resultados y a la productividad, la decisión, la competencia y el control.
  • Atributos relacionados con un estilo de liderazgo democrático-participativo, como la orientación a las personas y al proceso, a la colaboración y el trabajo en equipo, con compartir información, con la creación de relaciones de confianza, con la inclusión de los colaboradores en la toma de decisiones, la orientación al servicio, el desarrollo de las capacidades de los individuos, con la identificación y solución de conflictos.

Hay un consenso en considerar que no hay un estilo de liderazgo único que resulte adecuado en todas las situaciones, sino que lo deseable es que el líder sea flexible y despliegue una combinación de ambos grupos de atributos, atendiendo a los requerimientos particulares de la situación. Es decir, se requiere que el líder sea capaz de percibir e identificar las diferencias entre los diversos contextos en que se encuentra para ejercer un liderazgo más efectivo y justo que no haga uso solo de la autoridad y el poder que da la jerarquía, sino de que logre atraer la participación al comunicar una visión y metas claras, al incluir la voz y necesidades de los participantes en la definición de las acciones, posibilidades y compromisos, y al compartir el poder en la toma de decisiones y propiciar el desarrollo de las capacidades de los colaboradores.

Aportaciones del liderazgo femenino
Hombres y mujeres tienen estilos de dirigir, diferentes y complementarios. Más allá de una visión basada en estereotipos de género, ya que no son características exclusivas de hombres o de mujeres, sino observadas con mayor frecuencia en cada uno, el estilo autoritario-individualista y sus comportamientos característicos se observan más en los líderes varones, mientras que el estilo democrático-participativo se asocia más a la forma en que las mujeres ejercen su liderazgo.
Las mujeres por su naturaleza están más orientadas al encuentro interpersonal; su mayor fortaleza cuando se encuentran en posiciones de liderazgo está en su capacidad de promover esquemas de colaboración confiando más en el trabajo en equipo que en la contribución individual; está en la posibilidad de mirar lo individual y lo colectivo, identificar y desarrollar en cada persona sus fortalezas para construir un grupo capaz de aportar su mejor desempeño. “Las mujeres tienen la capacidad de lograr lo mejor de cada uno, prestan mayor atención al proceso y no tanto a los resultados, por eso tienden a considerar cómo una acción puede impactar en las personas involucradas lo cual las hace más abiertas y flexibles, con una mayor aceptación a la diversidad y a la delegación”.1
Al describir el estilo de liderazgo de las mujeres, también se puede mencionar que:

  • Tienen presente el valor de las personas sin supeditarlo al valor de los logros.
  • Muestran una mayor sensibilidad y comprensión de los conflictos.
  • Manifiestan una tendencia al servicio.
  • Pueden compartir la información y el poder sin sentirse amenazadas, entre otras.

Estas cualidades hacen referencia a la posibilidad de humanizar las relaciones dentro de las organizaciones, al lograr que las personas se sientan valoradas y respetadas, y así atraer su compromiso hacia los objetivos comunes.

Reto de una líder: mantener sus aspectos femeninos
A pesar de que todo apunta a que lo deseable es incluir en el estilo de liderazgo estos valores femeninos, en las organizaciones aún se sigue valorando más la contribución individual y los comportamientos masculinos de dirección con poca comprensión para los estilos femeninos. Además, puede observarse que una misma conducta tiene diferentes interpretaciones si la realiza un hombre o una mujer.
Así pues, el principal riesgo para una mujer que toma posiciones de liderazgo es que asuma que, para tener éxito en el ámbito organizacional —donde las reglas y los sistemas de evaluación han sido creados por hombres—, debe asimilarse a esa cultura para ejercer su liderazgo como los hombres, dejando de lado sus propios aspectos femeninos, con la consecuente pérdida de la aportación única que puede hacer al grupo mediante la diversidad. El riesgo es entrar en esquemas de competencia a costa de perder la contribución de la colaboración.

Equilibrio interno
Para hacer frente a estos retos y ejercer un liderazgo equilibrado donde se mantengan presentes estos atributos femeninos, se vuelve necesario que las mujeres dirijan también su mirada a su interior, se identifiquen con las fortalezas que se les atribuyen y se encaminen a desarrollarlas. Que se sientan cómodas con su feminidad, encontrando en ello no solo la sensibilidad y la vulnerabilidad, sino la gran fortaleza que significa la capacidad de inclusión, comprensión y colaboración, así como la disposición de dejarse influir por el grupo y ser flexible para adoptar conductas más acordes a las situaciones presentes sin sentirse amenazadas.
Es necesario que reconozcan sus necesidades de valoración y otras emocionales, dentro y fuera del trabajo, para actuar en congruencia y desarrollar en madurez un equilibrio emocional que las lleven a pedir con claridad a otros las conductas concretas para satisfacerlas.
Las mujeres tienen mucho que aportar a las organizaciones y a la sociedad desde las posiciones de liderazgo y pueden enseñar a la sociedad a valorar cada vez más sus contribuciones, pero también se requiere que los hombres mantengan una actitud de apertura para, en la diversidad, construir espacios de complementación.

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