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ISSN 2594-1976
Artículos

Primero: aceptarlo. Cómo percibirlo

admin - 1 junio, 2012

Lic. en Psicología Jorge Gallegos Aguirre
The Quantum Alliance México
jorge.gallegos@thequantumalliance.com

Existe ya una resonancia vasta sobre los problemas de salud que el estrés genera en las personas. Enfermedades como la diabetes, cáncer, alergias, trastornos digestivos y dolores de cabeza, entre otras, son ya reconocidas como consecuencia directa del estrés. Sin embargo, hemos avanzado poco en términos de “autopercibir” el estrés, ¿por qué no se puede detectar?

Aceptar el estrés se percibe como un signo de debilidad. Es decir, las personas hemos sido históricamente entrenados para controlar negando —aunque debería haber escrito mutilando—, las respuestas emocionales. ¿Cómo es que este autocontrol (mutilación) de las emociones lleva a enfermedades?
Nada mejor que utilizar otras áreas de la ciencia para responder la pregunta. Albert Einstein enunció que la energía no se crea ni se destruye, la energía se transforma. Las sensaciones y emociones tienen un sentido energético, es innegable que se percibe un estímulo dentro del cuerpo.
Las células del cuerpo se encuentran luchando contra la tensión todo el tiempo. Cuando una persona tiene hambre su cuerpo genera ciertos cambios que le impiden al hambriento sentirse bien, es decir, le genera incomodidad. Esa incomodidad señala una descompensación o falta de algo que el cuerpo necesita para sentirse bien. La solución al problema de la incómoda sensación de sentir hambre es la de ingerir algún alimento.
Esa ingesta de alimento liberará la tensión y llevará al cuerpo a utilizar la energía en algo placentero logrando así un estado homeostático.
Generalmente, las personas estamos conscientes de ese tipo de estresores tan tangibles como el hambre o el sueño. Sin embargo, con las emociones es cosa diferente. Las personas recibimos entrenamiento, desde la niñez hasta la senectud, para dejar de sentir y razonar esas emociones. Y es que el ritmo acelerado en que vivimos no da para otra forma de vida.
Entonces es muy común que veamos personas con emociones mutiladas. Las emociones comparten un tipo de tensión similar al que expliqué sobre la dinámica del hambre. El juego entre lo que “sentimos-pensamos-podemos y es necesario hacer” lleva a frustraciones. Cuando los bebés se frustran logran sortear las emociones llorando. ¿Qué sucede en las oficinas en las que los profesionistas no pueden ponerse a hacer berrinche ni a llorar? ¿A dónde van esas frustraciones? ¿Cómo es que la tensión se proyecta en el cuerpo?
El estado de tensión se mantiene dentro del cuerpo hasta que encuentra una salida. Así como el hambre no se quita hasta que se ingieran alimentos, la tensión producida por una emoción no desaparece. Esta tensión-energía tiene que ser transformada. El hambre puede ser transformada en úlcera, malnutrición y muerte por inanición.

¿En qué se transforman las emociones?
Ya había mencionado que las emociones se depositan en el cuerpo cuando no logran ser satisfechas. Lo ideal sería poder decirle al cliente-compañero de trabajo-subordinado-superior las emociones como surgen: “me molesta tu actitud, me siento oprimido por tu actuar, me gusta mucho tu forma de ser”, entre muchas emociones. Sabemos que no siempre es posible hacerlo, ya sea por ser incorrecto de manera política, moral, comercial, etcétera.
Entonces, el mecanismo para liberar esa tensión que el cuerpo adopta es depositarla en el cuerpo, de lo contrario sería inmanejable la tensión. La “salida” es hacer que salga por medio de una de las llamadas enfermedades psicosomáticas o de autoinmunidad. Algunas de las alergias se encuentran dentro de este tipo de enfermedades. Pero existen otras enfermedades cuya relación con las emociones ha sido también muy explorada y estudiada, como el cáncer o la diabetes.
El conflicto con el manejo del estrés emocional estriba en que no es sencillo detectarlo; insisto en las personas, sobre todo los profesionales, con una imposibilidad de percibir el estado emocional. ¿Por qué no es sencillo detectarlo?
Esta dificultad estriba en el camino que adopta el estrés, el cual se proyecta en tres fases:

  • Alarma. En esta fase el cuerpo responde de manera tal que solicita un cambio inmediato. Envía señales de malestar al cuerpo buscando que repare lo que está siendo estresante.
  • Adaptación. La fase de adaptación, aunque suena muy saludable, es una de las fases más peligrosas. Para ponerlo en perspectiva mencionaré como ejemplo un coche, la primera fase, la de alarma, funciona como una señal. En el caso del coche sería una descompostura, comenzaría a fallar el sistema del vidrio eléctrico. Si no hacemos nada para repararlo o no podemos hacer nada para repararla se pasaría a la segunda fase, en la que aprenderíamos a hacer que funcione el coche con esa falla. Nos adaptaríamos y encontraríamos la manera de hacer que funcione: cuando quisiéramos sacar la mano para tomar el ticket del estacionamiento abriríamos la puerta, cuando cargáramos gasolina nos bajaríamos del auto diciendo que es para estirar las piernas.
  • Agotamiento. En esta fase damos por sentado que la vida es así. Y no es hasta que manejamos otro coche que nos damos cuenta de lo fácil y cómodo que es la vida cuando se tiene funcionando el vidrio del automóvil.

Ese es el problema con este asesino serial que es el estrés. Las personas en lo emocional somos incapaces de percibir el estrés. En ipso facto consideramos que la vida debe ser así, que somos así, o que las personas que nos rodean son así. Debemos dar la batalla contra esa idea de una finitud de personalidades o caracteres.
De este modo seremos conscientes de lo que nos desagrada para hacer los cambios necesarios para sentirnos mejor en la fase de alarma, y no el actuar cuando ya el cuerpo está en agotamiento, sumergido en medio de una enfermedad mortal. Lo ideal sería actuar durante la fase de alarma, y existen formas saludables para hacerlo.

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