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ISSN 2594-1976
Artículos

Proceso evolutivo de la globalización

admin - 14 octubre, 2013

MBA Martín Marmolejo
Socio fundador y Director
MMA Manejo de Inversiones Globales
mmarmolejo@gmail.com

Es imposible entender hacia dónde vamos, sin antes visualizar de dónde vinimos. El concepto globalización de la actividad humana, tanto social como económica no es nada nuevo. Por el contrario, ha estado con el hombre desde los inicios de su actividad

Lo que sí es novedoso es el enfoque, la difusión, la intensidad, la amplitud y la instantaneidad con la que crecientemente se ha venido manifestando la globalización en las décadas recientes, debido a los avances en los medios de comunicación.
Para entender la globalización, debemos partir de los siguientes principios:

  • Es omnipresente.
  • Es permanente e irreversible.
  • Es multidisciplinaria.
  • Es unilateral.

La globalización debe ser entendida como un proceso evolutivo individual y colectivo (organizaciones, naciones y el mundo), logrado mediante el aprendizaje y las interacciones continua, a lo largo de los siglos y milenios.
Los pueblos fenicios del Medio Oriente, principalmente con sus ciudades/estado: Biblos, Sidón, Tiro y muchas otras poblaciones que se fundaron a lo largo del Mediterráneo, fueron una muy evidente manifestación de la globalización que data desde aproximadamente dos milenios A. de C. Los extraordinarios logros y aportaciones de los fenicios en el comercio, en los viajes y en la cultura; el alfabeto, por ejemplo, son un claro testimonio de esto. En ese entonces se trataba de un proceso de globalización en el comercio de bienes, en el universo accesible para ellos dentro de lo conocido. Los fenicios fueron extraordinarios navegantes, estaban asentados en la costa del Mediterráneo, en lo que hoy es Líbano, Siria e Israel, de ahí su preferencia por los viajes marítimos.
Más adelante, una serie sucesiva de conquistadores, empezando con uno de los más grandes de todos los tiempos, Alejandro Magno, 300 años A. de C., continuaron con esa tendencia combinada con intereses militares. En una línea similar, los conquistadores persas, asirios, babilonios y romanos, posteriormente, entre otros, traían implícito el mismo afán globalizador: aun sin proponérselo los grandes imperios estaban globalizando su mundo. Eran otros tiempos.
Esos esfuerzos de globalización llegaron tan lejos, en todos los órdenes, como sus capacidades militares y los limitados recursos a su alcance les permitieron. En el continente americano se destacaron los vastos imperios de los aztecas, mayas e incas. De nuevo un muy claro espíritu de expansión, no solo territorial, sino también del comercio, cultura y conocimiento en general.
Los legendarios viajes de Marco Polo en la segunda mitad del siglo XIII y sus vívidas narrativas sobre el extraordinario imperio mongol del gran Kublai Kan en el Lejano Oriente, despertaron y cautivaron la imaginación de los europeos de la época, y todavía continúa. Cristóbal Colón o Fernando de Magallanes, entre otros, fueron punta de lanza visible de enormes y exitosos esfuerzos de globalización de su época, a finales del siglo XV e inicios del XVI.
Muy acentuada a partir de la Revolución Industrial, la especialización ha gobernado la mayoría de las actividades del quehacer humano. Sin duda alguna, la especialización tiene mucho mérito y ha agregado un valor incalculable a la sociedad global, por ello se ha vuelto una parte intrínseca de la sociedad moderna.
Sin embargo, durante las últimas décadas, el péndulo se ha cargado excesivamente hacia ese lado, a tal grado que hoy en día es difícil encontrar profesionales que resuelvan problemas desde un punto de vista holístico y multidisciplinario, lo que se aplica a todo el espectro, desde médicos hasta ingenieros.
Nos hemos convertido en un mundo en el que prevalecen los especialistas. La especialización es indispensable, pero nunca a costa de perder el panorama general. En otras palabras, debemos desarrollar la capacidad de trabajar con gran detalle en los árboles, sin perder la capacidad de ver el bosque completo.
Los retos que hoy en día enfrentamos como sociedad, son de carácter global, en la mayoría. El mundo no debería seguir confrontando retos globales con puras soluciones locales. La globalización, como ya lo hemos visto y vivido, no es un proceso voluntario, sino inevitable y lo envuelve todo. Por lo mismo, es imperativo observar una permanente actitud de aprendizaje y adaptación, para aprovecharla de la mejor manera. En la medida en que entendamos e interactuemos mejor con este proceso podremos, en la misma proporción, aspirar a mejores resultados.
La concepción tradicional de nacionalidad es entendiblemente un legado del pasado. En épocas pasadas, cuando el grueso del capital lo constituía la tierra y sus derivados, la concepción tradicional de nacionalidad fue un subproducto muy natural y lógico. Mucho de esta concepción debe conservarse (lengua, historia, costumbres, cocina, música, literatura, dichos, etcétera). La tradicional concepción de nacionalidad, comprensiblemente, enfatizaba el aspecto geográfico. En ese contexto la crucial importancia del territorio y de sus fronteras era tanto automática como inobjetable.
La Unión Europea (UE) es un espléndido ejemplo de la progresiva irrelevancia de las fronteras en el sentido tradicional. Los crecientes bloques comerciales en Asia, Norte y Sudamérica están orientados en la misma dirección. Sin embargo, fuera de y en comparación con la UE, estos procesos de integración económica y social están todavía en un grado de desarrollo relativamente incipiente.
La mayúscula importancia de la UE para el mundo, radica en que es, por mucho, el caso más avanzado de integración económica y social en el planeta (a pesar de sus obvias limitaciones y de los serios reveses enfrentados en los últimos años). Aun así, la UE sigue siendo el referente obligatorio en el tema. Por lo que no resulta exagerado ni tampoco inapropiado afirmar que como le vaya a la UE en su integración, así le irá al mundo en las décadas siguientes en ese crucial aspecto.
Es bien conocido que los desarrollos prácticos ocurren mucho antes que las adecuaciones legales que las van a regir. Las leyes, en todo caso, tienden más bien a ser reactivas, a posteriori, más que anticipadas. Una realidad tan compleja y sui generis como la etapa de globalización que está experimentando la humanidad, ha tomado en muchos sentidos desprevenidos a los legisladores y al mundo político del planeta.
No ha sucedido así con las empresas transnacionales, las cuales han sido protagonistas naturales de primer orden de este cambio tectónico. Por ejemplo, Nestlé, que aunque su nacionalidad de origen es suiza, más de 98% de sus ventas y de sus utilidades están en otras latitudes, así como sus inversiones y su personal.
Es así que el caso de esta compañía tan exitosa se trata desde hace ya muchas décadas de una auténtica corporación hiperinternacional y genuinamente global. Nestlé factura en prácticamente todas las monedas del planeta, su equipo directivo pertenece al más alto nivel y tienen ciudadanías muy diversas. Desde luego, los países con mayor masa crítica (económica y/o poblacional) son los que consumen el mayor tiempo y esfuerzo de dicho equipo directivo, al ser sus principales mercados, los mayores contribuidores a su operación global.
En el mismo caso de Nestlé hay muchas otras empresas, que tienen presencia en todos los continentes y un equipo directivo y de gerencia global, en general.
Nuestra sugerencia sobre la urgente necesidad de un enfoque generalista en el tema de la globalización es en adición a la especialización, no en lugar de. Toda labor de especialización (bottom-up) debería ser complementada con una dosis de generalismo (top-down). Ambos enfoques siempre han sido y seguirán siendo indispensables para el progreso de la sociedad global. En otras palabras, es imperativo comenzar a forjar estrategas para una sociedad global.

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