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ISSN 2594-1976
Artículos

Futuro con educación de calidad

admin - 16 diciembre, 2013

Dr. Tomás Miklos
Director General del Instituto Nacional de Asesoría Especializada y de Carbón Click, S.A. de C.V.
tomiklos@yahoo.com.mx

De no tomar medidas enérgicas, inteligentes y comprometidas que nos conduzcan hacia los mejores horizontes posibles, la peor de las crisis no es tanto la que hoy percibimos como la que nos amenaza para el futuro

Hoy más que nunca tenemos acceso a multiplicidad de evaluaciones y apreciaciones sobre nuestros sistemas de educación y de capacitación. Entre estas, quizá las de mayor difusión y repercusión son las provenientes de los más recientes análisis comparativos internacionales conocidos por sus siglas en inglés como PISA (Programme for International Student Assessment); sus resultados nos colocan en el último lugar de entre los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Esta situación, si bien ya ha sido muy discutida entre especialistas, no es menos grave ni ha sido suficientemente atendida.
Con gran visión, a la par de las confrontaciones internacionales, México aprovechó la aplicación de PISA para hacer un ejercicio de comparación interna entre entidades federativas y entre niveles de competencia. Cabe destacar, por ejemplo, las grandes disparidades entre entidades como Colima, Distrito Federal y Aguascalientes, y las de Guerrero, Tabasco y Oaxaca (las primeras arriba de la media del país y las otras por debajo), todas ubicadas en posiciones inferiores al promedio de los países de la OCDE. Más graves son aún las dramáticas cifras de esas entidades y de nuestro país en materia de distribución de competencias: alta proporción de niveles de competencia “insuficiente” (nivel 1 o inferior) y bajísima proporción de niveles “altos” de competencia (niveles 5 y 6); situación por demás diferente de la que presentan los demás países miembros de
la OCDE.
Si bien en las modalidades educativas mexicanas, los bachilleratos técnicos y generales obtienen resultados ligeramente inferiores a los de los países de la OCDE, en el caso de las secundarias la brecha es más acentuada y la proporción de niveles de “competencia insuficiente” exageradamente alta.
Para comprobar lo anterior, la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha venido aplicando la Evaluación de Logros Académicos en Centros Escolares (ENLACE), la cual sustenta su confiabilidad en el método tridimensional (tres parámetros para obtener el nivel de desempeño de los alumnos).
La mala calidad de la educación es uno de los factores que limitan la competitividad de México, de acuerdo con el índice global del Foro Económico Mundial, indicador en el que ocupamos los últimos lugares, en el sitio 118 de entre 144 países.
Aumentar la calidad y equidad educativa es clave para la transformación de nuestra nación, y así lograr un desarrollo sostenible con justicia social. En esta tarea, el elemento fundamental es el maestro.
La ciencia y la tecnología están marcando cambios, tanto intensos como acelerados dentro del desarrollo de las sociedades humanas, produciendo, distribuyendo y actualizando información de manera exponencial y a velocidades inusitadas. A diferencia de ello, la escuela, como institución, avanza a mucha menor velocidad. La práctica educativa de aula que aún prevalece en la mayoría de las escuelas se parece mucho más a la del aula del siglo XVII que a las nuevas modalidades educativas que se apoyan en el uso de medios y de la educación virtual.
Entre la práctica de aula y el diseño de los modelos educativos existen grandes distancias; en el salón de clases el profesor se preocupa más por terminar los contenidos del programa asignado que por el desarrollo de las habilidades y destrezas que conviertan a los alumnos en seres críticos, reflexivos, innovadores y capaces de enfrentarse al mundo con éxito.
A pesar de los múltiples esfuerzos de modernización pedagógica y tecnológica llevados a cabo durante los últimos años, la labor docente sigue teñida de prácticas expositivas y de contenidos temáticos con frecuencia irrelevantes e inconexos.
En consecuencia, el proceso educativo se recarga cada vez más en la memorización de conocimientos cuya funcionalidad y utilidad no quedan claras.
No se trata solo de cargas excesivas de contenidos, sino de la ausencia de pertinencia de estos para generar aprendizajes transferibles más allá del salón de clases. La mayoría de los contenidos no son tratados de manera significativa y solo adquieren sentido para el estudiante al ser expresados en la resolución de examen o bajo el juicio calificador del profesor.
Los retos que impone el siglo XXI a los sistemas educativos requieren romper con esta visión rígida, estática y sin sentido. Es importante tomar en cuenta, tanto las características personales como las grupales. Es necesario establecer que los contenidos son importantes en la medida en que son parte del desarrollo integral de la persona. Es preciso que los alumnos comprendan que la escuela no es un micromundo ajeno a su realidad, sino parte de ella. Es indispensable que se considere, al interior de las prácticas de aula, la construcción de aprendizajes transferibles a la realidad en todos y cada uno de los alumnos y de los niveles, modalidades y finalidades que integran el sistema educativo.
Es necesario tomar en consideración que el mundo actual evoluciona vertiginosamente hacia cambios fundamentales, lo que se traduce en el reto más importante de la educación.
Mirar hacia el futuro para establecer los cambios que permitan generar sistemas y modelos educativos congruentes con una sociedad compleja, donde lo único estable es el cambio, es una responsabilidad compartida por todos nosotros. En este sentido, en el informe “La Educación Encierra un Tesoro”, coordinado por Jacques Delors, la UNESCO plantea que prevalece un dilema a resolver en la medida en que existe una cantidad cada vez mayor de conocimientos a asimilar y la necesidad de contar con una cultura general que dé coherencia y cohesión a lo que aprendemos; considerando, además, que es mediante la educación formal como las personas habrán de obtener gran parte de los elementos que les permitirán seguirse educando a lo largo de la vida. El dilema puede resolverse si los sistemas formales de educación plantean dentro de sus modelos educativos estructuras más versátiles, abiertas y flexibles.
Para la construcción de estos aprendizajes se requiere de la conjugación de al menos cinco ejes instrumentales esenciales, denominados “capacidades básicas”, que permiten el desarrollo de competencias para la vida que representan la capacidad integral del individuo para enfrentar pertinentemente situaciones de la vida real bajo diversos contextos y condiciones.
Estas capacidades son:

  • Saber (conocimientos).
  • Saber hacer (habilidades).
  • Querer hacer (actitudes).
  • Saber convivir (valores).
  • Poder hacer (aptitudes).

El siglo XXI ofrece recursos sin precedentes para la producción, la circulación y el almacenamiento de información, con lo que se plantea a la educación la doble tarea de, por un lado, transmitir masiva y eficazmente un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos; y, por otra parte, proporcionar a los individuos los elementos requeridos para que puedan identificar, seleccionar, organizar, utilizar y refinar esa información sin dejarse llevar por corrientes de pensamiento irracionales o efímeras que invaden espacios públicos y privados, y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo real, individual y colectivo.
Los sistemas educativos deben desarrollar competencias individuales que permitan el trabajo individual y colectivo que favorezca el aprendizaje relevante y permanente a lo largo de la vida.
Por medio de la escuela, los modelos educativos deben superar los problemas que la complejidad y la acumulación de la información imponen, desarrollando la aptitud de la inteligencia humana con métodos que permitan comprender y aprovechar las relaciones y las influencias recíprocas entre las partes y el todo de un mundo complejo.
Deben enseñar, junto con los conocimientos, las estrategias que permitan a los individuos afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto y modificar su desarrollo en virtud de la información adquirida. Lo incierto es hoy parte de lo social, lo científico y lo tecnológico; es una constante con la cual debe vivirse: la mente de los alumnos debe prepararse para afrontar con éxito lo inesperado.
En esta sociedad cada vez más abierta y compleja, hay una insistencia creciente en que la educación debe estar dirigida a promover capacidades y competencias, y no solo conocimientos cerrados o técnicas programadas; por lo tanto, los modelos y los sistemas educativos deben centrarse en el aprendizaje, no solo como proceso, sino como fin último de la educación.
Lograrlo es en sí mismo una tarea compleja; modificar constructiva y estratégicamente los métodos tradicionales requiere de la reconformación de los roles del profesor y del alumno, así como de los procesos de enseñanza-aprendizaje y de la organización misma de la institución escolar.
Es necesario otorgar al alumno la responsabilidad de su propio aprendizaje, convertirlo en un agente activo del proceso, a fin de que se vaya dando cuenta de sus alcances y limitaciones, así como de la forma en que pueden ser superadas, utilizando estrategias que promuevan la autocognición y le permitan autorregularse. La misión principal de la escuela del siglo XXI será que sus alumnos aprendan a aprender permanentemente, y sigan haciéndolo a lo largo de su vida.
La mayoría de las propuestas pedagógicas que hablan de la educación del futuro señalan como una de sus funciones: promover la capacidad de los alumnos a gestionar sus propios aprendizajes, a adoptar una autonomía creciente en su carrera académica y a disponer de las herramientas intelectuales y sociales que les permitan un aprendizaje continuo a lo largo de toda su vida.
En la escuela del siglo XXI, aprender implica que el alumno sea capaz de desempeñarse de manera competente en un contexto variado que le imponga saber, hacer, ser y convivir. Así, los conocimientos se convierten en parte de la currícula escolar en la medida en que son utilizados para generar habilidades y destrezas que permitan al individuo constituirse como ser humano integral.
Los alumnos, al igual que el resto de los individuos, son bombardeados por gran cantidad de información. Los medios y la tecnología han acelerado la forma en que se distribuye la información. En consecuencia, los alumnos ya no se enfrentan solo a contenidos del programa escolar con la metáfora del “libro en blanco” o lo del “vaso vacío” que ha de ser llenado por su profesor, sino que tienen acceso a mucha más información, quizá recibida de manera desordenada y fragmentada.
Lo que el alumno requiere son competencias que le permitan interactuar con la información para organizarla e interpretarla; en una palabra, para darle sentido. La escuela ya no puede proporcionar toda la información relevante, porque esta es mucho más móvil y flexible que la propia escuela. Lo que sí es posible es la formación de individuos que puedan acceder y dar sentido a la información a través de competencias y estrategias de aprendizaje que les permitan una asimilación crítica de la información.
Hace muy poco tiempo se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto mediante el cual se reformaron e hicieron adiciones a los artículos 3 y 73 de la Constitución.
De manera general, este decreto contempla el derecho humano a la educación en favor de todos los individuos; la determinación de los grados escolares a cargo del Estado; la identificación de aquellos que son obligatorios; los objetivos de la educación que se imparta en nuestro país; la división competencial entre la Federación, los estados, el Distrito Federal y los municipios; la gratuidad de la educación impartida por el Estado; la obligación del Estado de proveer y atender todos los tipos de educación; el reconocimiento y regulación de la educación impartida por los particulares; la garantía de la autonomía universitaria y la facultad del Congreso de la Unión de emitir las leyes que permitan la concurrencia de todos los órdenes de gobierno en la materia.
Lo que finalmente parece estar en la reforma es que estudiantes y, a partir de ahí, egresados de los centros educativos, son un fin en sí mismo. Por ello, lo que deba hacerse en materia magisterial, docente, de planes y programas de centros escolares, etcétera, deberá estar encaminado a ello.
Lo relevante no puede seguir siendo el instrumento educativo ni los fenómenos que lo rodean; la reforma parece llevar a que el instrumento se transforme para alcanzar el fin central que ha quedado más que destacado en la Constitución: la obligación de todos los niveles del Estado de hacer lo necesario para que quienes accedan a la educación la reciban en condiciones de calidad.
Para lograr esta meta falta mucho por hacer, pero, dado el modelo reglamentario de nuestra Constitución, el primer paso ya se dio.
Ante este fenomenal reto hemos venido proponiendo la conformación de una red que permita compartir objetos de aprendizaje y sistemas de administración y apoyo para alcanzar con relativa rapidez el aprendizaje significativo individual y colectivo. La finalidad ha sido también lograr que la educación, la capacitación, los procesos curriculares y para curriculares tengan poder incluyente y rompan con los tradicionales procesos de naturaleza excluyente, así como la calidad educativa en toda su extensión, al alcance de todos y a lo largo de la vida.
Esta funcionalidad se centra en el aprendizaje significativo individualizado de cuyas iniciales destacamos un sentido y una nomenclatura prácticos:

  • @sí.sí.@prendo
  • @ _aprendizaje
  • s_significativo
  • i_individualizado

El Aprendizaje Significativo Individualizado
Este proporciona un sentido innovador al aprendizaje, contribuyendo al desarrollo educativo innovador que se apoya en una plataforma tecnológica de vanguardia, que focaliza sus esfuerzos en el mejoramiento de la calidad de la educación y la capacitación en todos sus niveles, así como principios de calidad, inclusión, equidad, flexibilidad, innovación y pertinencia.
El tema de la calidad es indudablemente el eje rector de este modelo pedagógico particular; calidad no solo en los productos que ofrece, sino en los impactos que produce y en los procesos que al interior de la estructura organizacional han de seguirse para concretar los objetivos de @sí.sí.@prendo.

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