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ISSN 2594-1976
Artículos

Ciencia y filosofía para la profesión contable

admin - 25 marzo, 2014

Mtro. Juan Álvarez Villagómez
Catedrático de la Facultad de Contaduría y Administración
UNAM
Socio del Despacho Álvarez Álvarez & Associates
juan@alvarez-alvarez.com

Si uno elige desviarse de la ortodoxia, será mejor presentar un buen caso para sus herejías. Primero, en vez de limitarse en ser destructivo deberá ser constructivo… no sólo criticar la opinión predominante sino también tratar de proponer alternativas. Segundo, tales alternativas deberán ser viables, esto es, consistentes con el conocimiento… sólido
—Mario Bunge, en Biofilosofía

Nadie podría limitar a los filósofos a filosofar o a inmiscuirse en objetos de estudio diversos (disertan sobre las ciencias naturales, la economía, la educación, la sociedad, el arte, etc.), en contraste, nosotros mismos ponemos fronteras a la profesión, restringiendo su objeto de estudio, quizá porque se considera que la ciencia y la filosofía no son de su incumbencia o porque los profesionales contables no están preparados para un debate intelectual profundo, más allá del cargo y del abono. Este pensamiento se debe erradicar.
La ultraespecialización, en donde cada quien debe saber lo suyo y no es permitido opinar sobre una disciplina que no se conoce, ha producido que se dejen de mirar muchos aspectos sobre una problemática que bien podrían haberse abordado desde un enfoque transdisciplinar, porque actualmente no podemos aceptar que una situación cierta tenga solo una línea de impacto o una sola manera de ser explicado, por lo que se necesita un diálogo entre diversas disciplinas para explicar la realidad de los fenómenos que se estudian.
Bunge (2000) señala que hasta la década de los años sesenta, la universidad era una institución de aprendizaje superior, idóneo para cultivar el intelecto, realizar debates racionales, en busca siempre de la verdad y enseñando de la mejor forma posible, con compromiso y lealtad al saber y a los alumnos. Esto ha cambiado, pues hoy se proclama que no hay verdad objetiva, despreciando el pensamiento riguroso y la experimentación.
En el último trimestre de 2013, vivimos en México una reforma fiscal que modificó, de manera sustancial, las tasas y los actos gravados. La profesión contable se miraba obligada a responder y a proponer con elocuencia y brillo, no limitarse solo a analizar los cambios cuando estos se publican en el Diario Oficial de la Federación (DOF). La defensoría de ideas debe darse antes y durante el debate legislativo, se requiere de una participación activa y propositiva durante el fuego cruzado y no cuando la batalla concluyó, limitándose al recuento de los daños. Pero hacerse de un posicionamiento no es gratuito, demanda horas de reflexión y estudio, de una contrastación de teorías contra la realidad y un manejo sistemático de la información.
Si a esto le sumamos que las universidades egresan licenciados en Contaduría que nunca han publicado ninguna investigación vía tesis, como antes se exigía, es claro que estamos fallando desde la academia, al no exigir que nuestros alumnos reflexionen sobre su quehacer universitario y como resultado de ello, aporten nuevas técnicas o discutan principios contables partiendo de una realidad mexicana, de México para México. Y esto no se trata de un sentido nacionalista, abordo estas líneas desde la perspectiva y la convicción de que el avance de la profesión está directamente relacionado con el empleo de un método riguroso para disertar, arribar a conclusiones y luego publicarlas.

En nuestro medio no se ha difundido la noticia de que la ciencia se está convirtiendo en el núcleo de la generación del conocimiento
Pero ¿en qué le aprovecha a la Contaduría que exista investigación científica? La respuesta es clara y engloba gran parte del objetivo de este artículo, recordar (o informar) que la investigación original es imprescindible para mantener una disciplina viva y, además, porque la investigación descubre, inventa, disuelve y resuelve problemas, por lo que la Contaduría demanda pensadores de primera categoría: “filósofos-contables” que se interesen por las ideas, que puedan incluso preocuparse por la lógica, por la epistemología o la ontología,1 precisos en la formulación y concepción de los problemas.
La misma profesión contable se enfrenta a presiones por tener que disertar sobre los problemas económicos que propician las empresas, sobre la forma de administrar una empresa sin fines de lucro, sobre la necesidad profesional y ética de informar a la sociedad sobre prácticas indebidas dentro de una organización, sobre el enfrentamiento de soluciones ambientales que deben provisionarse, es decir, opinar y reflexionar sobre los efectos que producen las empresas en la sociedad y el medio ambiente. Para esto se requiere adoptar un posicionamiento que se obtiene de la reflexión interna y de la discusión externa.
Así podríamos continuar con una larga lista de requerimientos que se le demandan al profesional contable del siglo XXI, cualquier análisis que se proponga abordar temáticas relacionadas con la crisis social, humana o educativa, debe realizarse con reflexividad, con el uso de la razón, contrastando el conocimiento interior con la práctica exterior. La percepción del Contador que solo se limita a registrar hechos pasados para su reporteo a los usuarios de la información es un paradigma que debe ser replanteado. Hasta ahora, los tecnólogos no han demostrado capacidad para resolver los problemas de la humanidad.

Solo los pensadores más amigos del riesgo buscarán gastar muchos años en luchar con problemas de grandes dimensiones que no les asegurarán ni continuidad ni ascensos en su carrera
—Mario Bunge

Incorporar la ciencia y la filosofía a la profesión contable se mira como una herramienta para apoyar a los profesionales contables que quieren profundizar sobre los pensamientos que les han sido inculcados, porque muchos estudiosos de la Contaduría y de los impuestos, en particular, de forma poco común se detienen a examinar las ideas filosóficas que adoptan, como importancia relativa, riesgo probable, juicio profesional, razonablemente correcto, equidad, proporcionalidad, justicia fiscal y, además, pasan por alto el análisis de ciertos pensamientos con influencia filosófica cuando se diserta sobre la distribución de la riqueza, equidad en el gasto, el bien común, el contrabando doloso, la elusión fiscal, etcétera.
Ya no es posible sostener que la práctica (o que el ejercicio práctico profesional) está separado de la filosofía (o de las teorías filosóficas). En otras palabras, afirmar que quien se dedica a la práctica contable no requiere de la filosofía o del pensamiento profundo, es reconocer que la función del Contador es mecánica, es conceder que no hay tiempo para disertar sobre los valores éticos, sobre lo que es justo o sobre el “deber ser” (por ejemplo, el deber ético, legal o moral de pagar impuestos), porque muchas veces nos encontramos atrapados en el trabajo empírico, en liberar un proyecto por el cual se dispone un tiempo limitado, por lo que detenerse a meditar y disertar sobre lo que se hace, se mira en contra de la eficiencia.
Disertar sobre los complejos o problemas auténticos de la sociedad, implica una reflexión profunda que bien podríamos hacer los propios profesionales de la Contaduría, no podemos dejar esa tarea al economista, al sociólogo, al filósofo, al abogado, debemos más bien apoyarnos de ese conocimiento y de esas teorías para cumplir con nuestro deber. Para lograrlo, el Contador debe familiarizarse lo suficiente con la literatura contemporánea de las ciencias sociales, con el pensamiento crítico, para luego, apoyado en un procedimiento sólido, repetible y comprobable, producir conocimiento relevante. Pero debemos recordar que el método científico no puede operar en un vacío de conocimiento, por cuanto los problemas o conjeturas no surgen de la espontaneidad, sino que el investigador basado en su acervo intelectual, en su curiosidad y en su visión, busca y registra un problema, el cual se asienta en un estado de conocimiento, así que cuando el conocimiento es escaso, no esperemos que se formulen problemas complejos o interesantes para la comunidad científica y más aún, no se podría esperar que sean resueltos por un investigador limitado.

El método científico es un modo de tratar los problemas intelectuales
¿En función de qué o para qué hacer trabajo científico? ¿Es eso viable en la Contaduría? Porque la importancia de la investigación se mide por los cambios que acarrea en nuestro cuerpo de conocimientos y/o por los nuevos problemas que suscita. No basta plantear problemas generales como: ¿es la Contabilidad una ciencia?, sino cuestionamientos bien determinados como: ¿en qué afecta la preparación de un profesional contable que su objeto de estudio no sea científico? ¿Podría desarrollarse una disciplina rutinaria como el registro de archivos mediante el método científico? ¿Se podrían medir los avances de la Contaduría al insertar el pensamiento científico en la resolución de los conflictos que suscita la práctica contable? ¿Qué técnicas contables podrían perfeccionarse hasta convertirse en ciencia? ¿Será posible convertir una técnica en ciencia por medio del método?, procurando explicar los hallazgos basados en leyes universales, porque nadie puede afirmar que se trata de un asunto agotado que no permita plantearse problemas o implicaciones novedosas a un asunto añejo; por ejemplo, siendo la contabilidad una técnica (suponiendo que así fuera): ¿cómo se explica que una disciplina técnica utilice el método de la ciencia? (si es que lo utiliza).
Si la contabilidad es un arte, en el sentido de que su producción no puede reducirse a la aplicación de reglas sin que medie el juicio profesional, entonces, si por arte comprendemos la conjunción de experiencia, destreza, imaginación, visión y habilidad para realizar inferencias de tipo no analítico, entonces no solo es arte la contabilidad, sino la estrategia militar, la medicina, la política, la publicidad, etc., por lo que no tratamos de dilucidar si un campo de la actividad humana es arte, sino que este, además, sea científico.
Si los estudiantes de la carrera de Contaduría no se orientan a la investigación científica, no es un problema ocasionado por el tipo de disciplina elegida, sino de la intelectualidad del investigador y del director de la misma para trabajar en un proyecto interesante y bien formulado, lo que apunta a la pertinencia de la formación filosófica. Los alumnos deben problematizar desde el aula, pero no me refiero solo a los problemas relacionados con la técnica contable que ejercitan al estudiante para una mejor praxis en la empresa, sino a comprometer su práctica y ejercicio profesional con la responsabilidad y solidaridad de sus acciones y decisiones con lo social, una disertación más humana, más participativa y más crítica, que sobrepasen su simple accionar diario en el registro y manejo de cuentas.

Todo problema científico, si se lo estudia seriamente, dará algún fruto antes o después… por eso una organización inteligente, lejos de exigir resultados inmediatos, impulsará la investigación de todo problema científico bien formulado que haya surgido de la imaginación de un investigador competente.
—Mario Bunge, La Investigación Científica, 2000

Pero ¿en qué puede ayudar a un profesional contable la filosofía? ¿Para qué deberíamos incorporar a la filosofía en la enseñanza de la Contaduría? Tueros (1998) sostiene que es necesaria la elección filosófica, por cuanto no existe formación (académica o profesional) sin alternativa filosófica: ¿qué enseñar? ¿Para qué propósito? Porque no es posible diseñar un modelo de formación si previamente no se ha debatido sobre sus propósitos, esto es, vincular las actividades profesionales con la finalidad de la educación y con los resultados que se esperan obtener sobre una ideología amplia y bien estructurada. El pensamiento profundo, la reflexión y el debate pueden servir para “oxigenar el ambiente profesional”, buscando incorporar la disertación en los programas de formación empresariales, dando paso a la argumentación y a la investigación con rigor intelectual.
La filosofía es el pretexto, la herramienta, pero no el fin. Tenga la seguridad de que el pensamiento de un investigador sería de gran aporte en la ejecución de un trabajo contable.
Hacia allá vamos y hacia allá queremos conducir esta disertación. Usted dirá.

1    No omitimos el desdén que se tiene sobre los problemas epistemológicos y ontológicos, al decir que son eternos en el sentido de que no tienen una solución definitiva, son irresolubles de un modo plenamente exacto.

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