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ISSN 2594-1976
Artículos

Alentar o conformarse. Por un saludable rendimiento académico

admin - 1 abril, 2015

Por Dr. Juan Álvarez Villagómez/Catedrático en la Facultad de Contaduría y Administración UNAM/Socio de Álvarez—Álvarez Abogados/juan@alvarez-alvarez.com

La mayoría de los alumnos no tienen presión para insertarse en la actividad laboral y ganar dinero,1 los principales obstáculos para tener una mejor alimentación son el costo de ellos y, principalmente, el tiempo disponible para consumir sus alimentos, puesto que carecen de un lugar construido ex profeso para ello y un espacio entre clases para destinarlo a comer con propiedad

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Contrario a lo que la sociedad podría pensar, los estudiantes universitarios no consumen bebidas o enervantes para estudiar, aunque se reporta que algunos pueden tomar café en exceso o fumar, pero no es una práctica generalizada. La presión por aprobar un examen no proviene del exterior ni de los familiares o de los amigos, son los propios alumnos quienes buscan mejorar su calificación y ante la dificultad que les presenta el tema, puede producirles estrés que los hace enfermar (por el estrés académico), pero que no les impide acudir a sus clases.

Es cierto que en la época de exámenes disminuyen sus horas de dormir, aunque solo en 10% de lo que habitualmente lo hacen, y esto se debe más bien a que no existe un escalonamiento de los exámenes o trabajos que deben presentar.

Alimentación escasa y de mala calidad

La alimentación de los estudiantes durante el periodo escolar es de regular a mala; aun cuando la oferta alimenticia dentro del campus es variada, la falta de tiempo para consumirlos les hace comer prácticamente dos veces al día, ya que retrasan su desayuno y después esperan la hora de comida hasta que llegan a sus casas. Se reporta también que el costo de los alimentos “sanos” es más alto que las hamburguesas, las tortas y las quesadillas, por lo que es común que busquen este tipo de alimentos porque les satisface más y además es más agradable al paladar.

Práctica deportiva

Un pequeño número de estudiantes conoce la oferta deportiva que ofrece la FCA-UNAM, y muy pocos, casi 10% de los encuestados, señala que lo practica. En unas ocasiones el obstáculo es el tiempo disponible para practicarlos y en otras, que no se difunde debidamente, así que prefieren tomarlo de forma particular, cerca de sus casas (independiente al campus). Los alumnos consideran que su estado físico es bueno, afirman que su alimentación es de regular a mala, pero en general, se sienten confiados con su salud y no reportan que tengan enfermedades que les impidan acudir a tomar sus clases (solo colitis nerviosa en 40% de los encuestados). En la mayoría de los casos, se señala que son los malos hábitos los que impiden a los alumnos ser más sanos.

Estrés académico

La conclusión generalizada es que 70% de los encuestados considera que el estrés en la FCA tiene efectos negativos en su rendimiento escolar, principalmente por presión interna, ya que ellos buscan obtener mejores calificaciones; en segundo lugar, por la dificultad que tiene la materia y los exámenes; y en unos lejanos tercer, cuarto y quinto lugares, refieren al profesor, a la presión social y a la competencia entre sus pares.

Diversos estudios

Nuestras hipótesis iniciales, que no fueron comprobadas, nos hacían suponer que los alumnos tenían una salud decadente; que requerían horas de desvelos muy prolongadas en época de exámenes que los orillaba al consumo de alguna ayuda para mantenerse despiertos, aunque ninguna de estas consideraciones fue confirmada. También esperábamos que los estudiantes reportaran que la presión de los profesores les producía estrés, pero solo 10% de los encuestados señaló que sentía presión porque el profesor les exigía una hora de entrada que no podían cumplir por problemas de transporte de la ciudad.

Debemos resaltar que llamó nuestra atención identificar que, debido a la estructura de clases seguidas, el alumno no tiene tiempo para comer, por lo que busca espacios entre las horas para ello, así que de forma generalizada obtuvimos información de que sería conveniente que el horario escolar tuviera un espacio especialmente diseñado para consumir sus alimentos y además, que pudieran tener un lugar para reacondicionar y calentar la comida que traen de sus casas (en los trayectos se cae, se bate, se desalinea).

Nuestros resultados son armónicos con estudios sobre el estrés académico que Pulido, Serrano y otros (2011) practicaron en la Universidad Intercontinental en la Ciudad de México, en donde 18% señala que consume algún apoyo (cigarros, alcohol o drogas) en periodo de exámenes, 83% no considera que la carga académica le propicie pensar en el abandono escolar y 20% reporta que los profesores le causan estrés académico.

El Departamento de Ciencias Biológicas de la Salud de la Universidad Metropolitana (Xochimilco, México), concluyó sobre la importancia que las instituciones académicas sean promotoras de la salud, desarrollando programas educativos orientados al manejo de las emociones y resolución de conflictos. Gallardo y Buen Abad (2010) concluyen que existe mala nutrición en estudiantes universitarios, reportando que más de 26% presentaban desnutrición, 15% sobre peso y 11% obesidad, lo que producía que 28% de los estudiantes analizados presentaban riesgo cardiovascular por circunferencia de cintura. Más de 26% de los estudiantes reportó que fumaba y casi 70% consumía bebidas alcohólicas.

En la publicación “Creencias de salud-enfermedad en estudiantes universitarios”, en la que participaron investigadores de las universidades de Madrid, San Luis Potosí y Guadalajara (Meda, Moreno y otros, 2004), señalan que la promoción de salud en el ámbito escolar constituye “un valor agregado, al de por sí ya extraordinario valor que tiene la escuela” y reconoce la importancia del estudio de los estilos de vida como un indicador de riesgo de diversas enfermedades.

En la Revista de Investigación Educativa No. 12, enero-junio 2011, de la Universidad Veracruzana, se analizaron los factores que afectan el desempeño académico de los estudiantes universitarios, arribando a las siguientes conclusiones:

  • Los estudiantes que lograron mejores promedios al cursar el nivel del bachillerato, obtienen también mejores promedios en su licenciatura.
  • Se corrobora que estudiantes del género femenino obtienen mejores calificaciones que sus colegas del género masculino.
  • La escolaridad de los padres (si tienen licenciatura o no), no muestra ningún cambio significativo en el desempeño escolar de los universitarios.
  • El nivel socioeconómico de los jóvenes entrevistados no mostró impacto en el promedio que obtienen en su licenciatura.
  • Los estudiantes que obtienen mayores calificaciones son aquellos que dedican un mayor esfuerzo a las actividades de estudio (es decir, no existe ningún factor único determinante, quien decide estudiar obtendrá buenos resultados).
  • Los estudiantes que dicen haber recibido mejor orientación vocacional no son los que tienen mejores promedios escolares.

Respecto a la misma línea investigativa, Sánchez, Oviedo y otros (2011) de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, averiguaron si existía relación entre las variables de género, carrera y semestre, con el promedio y la satisfacción de su carrera, para determinar cuáles son los factores que influyen en el rendimiento académico del estudiante universitario. En esta investigación se presenta una conclusión que es coincidente con los resultados que obtuvimos de nuestro propio trabajo de campo, al señalar que es aconsejable implementar estrategias que generen satisfacción en el estudiante, lo que impactaría favorablemente en el rendimiento, por ejemplo: reajustar y revisar sus horarios.

En la publicación “El bajo rendimiento académico de los estudiantes universitarios, una aproximación a su causas” (Ladislao, Salvador, 2004), da cuenta, entre muchas otras consideraciones, de que el rendimiento académico está relacionado con la carencia de libros de consulta y especializados, que los exámenes son muy difíciles y sugieren a los profesores que las explicaciones se hagan más despacio.

Armenta y Pacheco (2008), de la Universidad de Baja California, México, analizaron si los factores socioeconómicos intervienen en el desempeño académico de los estudiantes universitarios, arribando a las siguientes conclusiones:

  • Es falso que el nivel académico de los padres beneficie o perjudique el aprovechamiento escolar del alumno universitario.
  • No se comprobó que a mayor nivel económico, mejor sea el desempeño académico.
  • Es carente de sustento afirmar que si un alumno trabaja es menor su rendimiento académico.
  • Es equivocado pensar que si el alumno universitario tiene mayor tiempo libre, dedicará más horas al estudio.
  • Es erróneo pensar que cuando se tiene pareja, el alumno invierte menor tiempo en el estudio.

El rendimiento es resultado multifactorial

Después de revisar estudios diversos, observamos que la conclusión generalizada es que el rendimiento académico no es producto de una sola capacidad, sino que se entrelaza una serie de factores que genera el conocimiento en el estudiante, por lo que explicar por qué uno de ellos produce mayor impacto sobre un individuo en relación con otro, no es un tema acabado. Estos factores se agrupan en tres grandes grupos: personales, sociales e institucionales.

Por lo tanto, tenemos que reformular nuestras preguntas: ¿Es el estrés académico lo que afecta el rendimiento escolar de los alumnos o la falta de tiempo y espacio para consumir sus alimentos dentro del campus? ¿Los alumnos se enferman por no comer bien o por la presión de los profesores por estudiar? ¿Qué hacen las universidades para asegurarse de que sus alumnos estén comiendo debidamente? ¿Supervisan la calidad y el precio de los alimentos que se consumen dentro del campus? ¿Es la institución académica responsable de vigilar las buenas prácticas en alimentación de sus estudiantes?

Esto se deriva en, al menos, dos líneas de investigación para conseguir elevar el nivel académico de los alumnos universitarios:

  • Apoyar a los alumnos para que coman mejor, ya sea con tiempo disponible en el horario escolar y/o que se les ofrezcan instalaciones apropiadas para ello.
  • El factor para un mejor desempeño será la vigilancia de la alimentación de los alumnos en el campus, oferta sana y barata, más que solicitar que el profesor aligere la carga académica. Otros elementos que podrían ayudar son: el escalonamiento de exámenes y un horario escolar que expresamente considere estudio, comida y deporte, para no dejar al azar que esto suceda de manera armónica.

La pregunta sigue en el ambiente ¿Cómo es la salud mental, física y espiritual de nuestros alumnos universitarios?, porque los profesores trabajamos con lo mejor del trigo y debemos ocuparnos de ellos, podemos alentar e impactar sus vidas o también, permitir la deserción y tolerar el conformismo.

No es que una sola variable esté en juego, es un conjunto de elementos que podemos y —me atrevo a señalar— que debemos abordar, discutamos sobre los propósitos de la educación universitaria, el papel de la universidad en la sociedad, la salud de nuestros alumnos, la calidad de los alimentos que se ofrecen en el campus, en relación con el desempeño escolar y sobre la organización de los horarios para comer, hacer deporte y estudiar.

Este no es un texto informativo, no ofrecemos consejos definitorios o respuestas simples en cinco pasos, sino que planteamos preguntas sin resolver y esperamos que el lector no se duerma al meditar sobre ellas. Ojalá que así sea.

1 Nuestras afirmaciones se encuentran basadas en una muestra que se aplicó a jóvenes universitarios de 19 y 20 años, matriculados en la Licenciatura en Contaduría de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM. Ciudad Universitaria, D.F.

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