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ISSN 2594-1976
Artículos

Retos para la mujer de hoy

admin - 1 mayo, 2016

Dr. Francisco Gerardo Barroso Tanoira/Profesor-Investigador División de Negocios, Universidad Anáhuac Mayab/francisco.barroso@anahuac.mx

Las mujeres y los hombres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. En el relato del Génesis, ella fue creada a partir de una costilla, lo cual indica que ni es superior ni inferior, sino que ambos son uno y lo mismo

Simplemente, desde el punto de vista de la naturaleza, tenemos roles distintos en la continuación de nuestra especie. Sin embargo, las costumbres sociales han conferido papeles diferentes a ambos, ya que mientras tradicionalmente se ha atribuido al hombre el papel de proveedor, a la mujer se le ha confiado el cuidado inicial de los hijos y las labores de la casa. Esto la convierte en el vínculo familiar por excelencia, y aunque a ambos les corresponda, es ella quien mantiene realmente la estabilidad en la familia. Independientemente de la cultura del país, la naturaleza humana tiende hacia la estabilidad del vínculo familiar por medio de la mujer.

En un mundo que asombraría a Marty McFly y al Dr. Emmett Brown (Volver al Futuro) en su viaje a octubre de 2015, con tantas maravillas tecnológicas —aunque sin autos voladores y sin el triunfo de los Cachorros de Chicago en la Serie Mundial—, sin duda hay puntos pendientes como el reconocimiento del potencial de liderazgo y el desarrollo con que las mujeres han contribuido y contribuyen a la productividad y al crecimiento de México. Aunque aún prevalecen actitudes que favorecen a los hombres en ciertos sectores, la mujer viene abriéndose paso paulatinamente, lo cual es bueno en sí mismo, ya que su contribución es y ha sido evidente. Sin embargo, su situación es más compleja que la de los hombres, pues independientemente del puesto en que se encuentren, deben encontrar el equilibrio con el rol familiar.

Si bien es cierto que ambos deben contribuir al desarrollo familiar, la naturaleza humana y social ha conferido a la mujer el papel más relevante. Fue muy acertado San Enrique de Ossó (1840-1896) cuando mencionó que: “educar a un niño es educar a un hombre, pero educar a una mujer es educar a una familia”, reconociendo la importancia de la mujer, lo que caracterizó su vida y obra. Por su parte, el Papa San Juan Pablo II sostuvo que: “la sociedad de mañana será lo que la familia sea hoy”, recalcando así la importancia de que en la familia se promuevan los valores deseables como núcleo primario de la sociedad. Es decir, valorar el papel de la mujer (sin eximir al hombre de su propia responsabilidad) es crucial para el desarrollo integral de todo país, pues los buenos ciudadanos se forman desde el hogar. En consecuencia, es necesario educar al niño hoy para no tener que corregirlo cuando sea hombre, por lo que la sociedad será, en buena parte, lo que esta apoye a sus mujeres. Una sociedad que no apoye el desarrollo de sus mujeres corre el riesgo de desintegrarse o de copiar modelos de conducta de otros lugares, lo cual llevaría a la dependencia y al subdesarrollo.

La mujer en la actualidad

En unos datos que me proporcionó la Dra. Leny Pinzón Lizarraga, gran amiga y profesora en el Tecnológico de Mérida, aparece lo siguiente (Barroso, 2014): En 2009, en las regiones en desarrollo había 96 niñas matriculadas en enseñanza primaria y secundaria por cada 100 niños, lo que constituye una mejora significativa desde el año 1999, cuando la relación era 91 a 88, respectivamente.

Solo tres regiones —el Cáucaso y Asia central, América Latina y el Caribe, y Asia sudoriental— han logrado alcanzar el índice de paridad de géneros en la enseñanza (definido así cuando el nivel de acceso entre los géneros oscila entre 97 y 103). Como caso excepcional, en Asia oriental la cantidad de niñas matriculadas en la enseñanza primaria supera ligeramente a la cantidad de niños.

En la mayor parte del resto de las regiones en desarrollo, la situación de la mujer se ha rezagado y el acceso igualitario a la educación en los primeros años de escolarización sigue estando lejos, lo cual es evidente en África septentrional, Oceanía, Asia meridional, África subsahariana y Asia occidental.

Aun cuando las mujeres constituyen gran parte de la fuerza laboral remunerada, esto no significa que cuenten con trabajos seguros y decentes. De hecho, el salario de las mujeres suele ser mucho menor y sus trabajos son menos seguros que los de los hombres. Tienen empleos mal pagados y menos estables que los hombres.

En todo el mundo, la proporción de mujeres con empleo asalariado del sector no agrícola aumentó de 35% en 1990, a casi 40% en 2009. Sin embargo, en los últimos años los avances se han frenado debido a la crisis financiera de 2008-2009.

Cabe también mencionar que en la cuarta conferencia mundial sobre la mujer, realizada por la ONU en Beijing en septiembre de 1995, los representantes de los países miembros de dicho organismo se refirieron a la necesidad de cuidar y trabajar en pro de la mujer, considerando sus aspiraciones y la gran diversidad que la acompaña (ONU, 1996). Declararon que la situación de la mujer había avanzado en algunos aspectos importantes, pero que hasta ese momento persistían las desigualdades entre ellas y los hombres, agravadas por la pobreza que afecta a la población mundial.

Según el informe de la FAO/IFAD/ILO (2010), la desigualdad de género en aspectos laborales varía de forma considerable entre las diferentes regiones y países, pues dicha desigualdad se relaciona con aspectos sociales, culturales, religiosos y económicos que claramente marcan diferencias significativas entre hombres y mujeres. Este hecho se reproduce en 90% de los países, lo que deja como única explicación la existencia de la discriminación de género.

Desde este punto de vista, puede decirse que sin importar el país o la situación particular que se viva, no es que las mujeres trabajen menos que los hombres, sino que simplemente ganan menos, lo cual es un reflejo de la desventaja salarial por el hecho de ser mujer (ONU, 1996). Es necesario luchar contra los obstáculos sociales, económicos y jurídicos que se oponen al desarrollo de las mujeres (Abramo, 2006) y propiciar la equidad en la remuneración con respecto a los hombres, así como la eliminación de toda forma de violencia contra ellas. Es un deber social hacer efectivo su derecho a la igualdad de oportunidades, de manera que ellas puedan participar en el mercado laboral en condiciones semejantes a las de los hombres.

Pese a lo expresado se han registrado ciertos avances en pro del reconocimiento y la defensa de los derechos de las mujeres a las oportunidades. En 1945, solo 30 de los 51 estados miembros de la ONU admitían que tuvieran los mismos derechos de voto que los hombres o les permitían ocupar cargos públicos. Ante esto, la Carta de las Naciones Unidas presentó algunos términos como “la igualdad de derechos de hombres y mujeres”, “los derechos fundamentales del hombre” y “la dignidad y el valor de la persona humana”, con lo que la labor de las Naciones Unidas se enfocó, de 1945 a 1975, en buscar el beneficio de la mujer, especialmente en cuanto a sus derechos jurídicos y civiles. Sin embargo, con el tiempo se ha constatado que las leyes no bastaban para garantizar la igualdad de derechos de la mujer, por lo que la ONU, mediante las distintas comisiones y organismos que la conforman, establecieron programas importantes para el desarrollo de la mujer.

El valor del trabajo de la mujer

En los centros urbanos ha habido un rápido ingreso de mujeres de origen rural a la fuerza de trabajo, resultando una gran concentración de ellas en empleos y servicios que no requieren mano de obra calificada, además de que participan en el sector informal urbano, ya sea en microempresas o en el comercio al por menor, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2015). En las zonas rurales, donde la emigración del hombre ha sido considerable, la mujer se ha visto obligada a aumentar su carga de trabajo y a asumir importantes funciones como toma de decisiones y plena responsabilidad, tanto por las tareas agrícolas como por los quehaceres domésticos.

Aunque según el INEGI las mujeres trabajan más, en una relación de 10 horas contra 8.5 de los hombres (Diario de Yucatán, 2014), no se valora adecuadamente la labor femenina. Si se cuantificaran las labores del hogar, cada ama de casa estaría generando alrededor de 50 mil pesos anuales, lo que equivale a 15% del PIB. Y si se toma en cuenta que 51% de la fuerza laboral del comercio, 47.7% de las empresas de servicio, 33.9% de las manufactureras, 14.9% de las actividades de transportes y 11.1% de la construcción está constituida por mujeres, entonces hay que darle a la mujer el lugar que le corresponde, así como las oportunidades para lograr una mejor calidad de vida, sobre todo porque muchas de ellas son cabeza de familia, término que necesita redefinirse en su justa y actual expresión.

Ante esto, el BID (2015) expone que la situación se ha agravado en los hogares en que la cabeza es mujer, debido a que tiene un menor grado de escolaridad que el hombre, percibe bajos ingresos y trabaja en empleos de baja categoría; además, la reducción de servicios sociales ha contribuido al deterioro de su alimentación, salud y educación, lo cual repercute en su productividad y participación en la economía y en la sociedad en general, desarrollándose un círculo vicioso. Por eso, debe ser objetivo prioritario que el combate a la pobreza se ocupe, de manera primordial, al desarrollo de la mujer. Pero más que en lo meramente económico, el valor principal está en todo lo que ellas aportan para la familia y el desarrollo de la sociedad.

El desafío para las mujeres en la actualidad

En un sondeo a cien mujeres, entre quienes hay empresarias, docentes, alumnas de educación superior y algunas dedicadas a las labores domésticas, se les preguntó acerca de la contribución de la mujer a la productividad y el crecimiento de México, y me sorprendió que, aunque fueran de diversas actividades, hubieran coincidido con tanta frecuencia sus respuestas. Están convencidas de que la mujer colaborará de manera más activa en la vida nacional, por lo que se verán en el futuro próximo más empresarias, directoras de empresas y profesionistas en áreas que antes eran tradicionalmente de hombres. También participarán en mayor número en puestos políticos. Lo que las definirá en general son su talento, tenacidad e independencia. Su capacidad para tomar decisiones y hacer varias cosas a la vez, además de su habilidad para comunicarse eficazmente, serán fundamentales para insertarse cada vez más en los diferentes ámbitos laborales.

A pesar de que hay quienes confunden el feminismo con un exacerbado deseo de reclamar todo el oro del mundo, lo que ellas no quieren es que se piense “yo sobresalgo porque soy mujer” o “quiero que me den todo porque soy mujer”. Quieren ganar y ser reconocidas por el valor de sus aportaciones en lugar de ser acreedoras de ascensos o posiciones políticas solo porque son mujeres, lo cual podría inclusive ser discriminatorio para los hombres en un país en el que se promueve la igualdad en los derechos. “¡Gánatelo!” “¡No esperes a que te lo den solo porque eres mujer!”.

En consecuencia, es necesario que la sociedad siga propiciando oportunidades para que ellas se sigan desarrollando, pero también que ellas creen los espacios para su propio crecimiento. Su capacidad, empuje y dedicación pueden abrir el camino a otras, pues no se trata de superarse solo por pretender demostrar superioridad con respecto al hombre, sino para desempeñar su trabajo de manera extraordinaria. El reto es prepararse para ser líderes de acción positiva para cambiar al mundo, con base en profundos valores humanos que permitan contribuir, mejorar lo que ya existe y ser ejemplo para otras personas, sin importar el género. Es brillar por sus méritos y ser lo que quieren ser, pero que lo logren sin dejar de ser mujeres, la base de la sociedad.

Para finalizar

El dicho tradicional “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, ha sido ampliamente criticado a lo largo de muchos años por una supuesta inclinación machista. Yo lo veo desde otro punto de vista: detrás de todo gran hombre ha habido al menos una mujer que le ha ayudado, criado y colaborado para ser quien es. Sin embargo, es hora de que ellas tomen su lugar en la historia y se les reconozcan sus méritos de manera que juntos, hombres y mujeres, asuman su responsabilidad para formar el país en constante crecimiento y productivo que todos queremos. Para esto, es necesario no estereotipar los roles femenino y masculino, por lo que es imprescindible dar a cada género su importancia. El marco primordial debe ser siempre el del respeto a los derechos de todas las personas por igual. ¿Le parece?

Referencias

Abramo, L. (2006). Trabajo decente y equidad de género en América Latina. Santiago: Oficina Internacional del Trabajo.

Banco Interamericano de Desarrollo (2015). La mujer en el desarrollo. Recuperado el 21 de octubre de 2015 de http://www.iadb.org/es/acerca-del-bid/la-mujer-en-el-desarrollo,6230.html

Barroso, F. (2014, marzo). “Reflexiones para el día internacional de la mujer”. Desarrollo Empresarial, 16(181), 14-16.

Diario de Yucatán (2014, marzo 8). Trabajan más las mujeres.

FAO/IFAD/ILO. (2010). Gender dimensions of agricultural and rural employment: Differentiated pathways out of poverty. Roma: the Food and Agricultural Organization of the United Nations, the International Fund for Agricultural Development and the International Labour Office.

ONU. (1996). Informe de la cuarta conferencia mundial sobre la mujer. Beijing.

ONU/CEPAL. (febrero, 2002). Mujer rural, escolaridad y empleo en el istmo centroamericano. México.

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