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ISSN 2594-1976
Artículos

¿El que no transa, no avanza? Por una cultura de anticorrupción

admin - 1 junio, 2016

Dra. María de los Ángeles Velázquez Martínez/Coordinadora de LCN, UAEM Texcoco/Integrante de la Comisión de PLD/FT del IMCP/vema640828@hotmail.com

Si partimos considerando que hoy en día nuestra sociedad ha fomentado una cultura de “la corrupción es normal” y “ya no se pude cambiar”, nos podremos dar cuenta de que con el paso de los años, este cáncer social se ha expandido y ha crecido hasta quedarse impregnado en la idiosincrasia de los mexicanos

Salir a la calle y escuchar frases como “Acéitame la mano”, “¿De a cómo nos arreglamos?”, “Ayúdame a ayudarte”, entre otras expresiones coloquiales de nosotros los mexicanos ya no causa sorpresa ni nos parece raro. Vivir en una sociedad en donde la corrupción es vista como un modo de vida es uno de los factores que nos tiene atados al retroceso.

Hemos crecido y nos hemos desarrollado dentro de una cultura en donde adoptamos la esquizofrenia como un modo de vida, intentando justificar y echar la culpa a todos de todo lo que nos sucede, al final de todo, es más fácil decir “es que…”, que asumir las consecuencias de nuestros actos.

Tomando en cuenta esta idea se puede decir que nos hemos acostumbrado a hacernos las víctimas y aferrarnos al pasado. Parafraseando a Juan Miguel Zunzunegui en los mitos que nos dieron traumas, necesitamos enviar a México al psicólogo para que pueda superarse y así librarnos de todo lo que nos ata al pasado. Dice la frase: “El pueblo que no aprende de su historia está condenado a repetirla”, razón por la que es preferible aprender de esta para progresar que seguir aferrados a un pasado que además han manipulado a su conveniencia los diversos gobiernos.

¿Por qué nos aferramos a la idea de que la corrupción está en el ADN del mexicano y de que no podemos cambiar? Tal vez sea por la misma razón por la que nos aferramos al pasado y no aprendemos de él. ¿Qué necesitamos para emprender la lucha anticorrupción y librarnos de este mal social?, será lo que en las líneas subsecuentes intentaré responder.

Generar un cambio de mentalidad resulta indispensable para emprender la lucha contra un delito como la corrupción, de lo contrario, los resultados serán fallidos como lo han sido todos los intentos que el Gobierno Federal ha hecho para esta materia.

Si bien es cierto que, la confianza en las instituciones se ha visto afectada porque “el que no transa, no avanza”, también lo es que esta resistencia a no querer buscar un cambio nos ha situado como el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (según datos de Transparencia Internacional en su estudio sobre el Índice de percepción de la corrupción 2015).

Para entender la raíz del problema, cabe dar un vistazo a la historia y comprender qué es lo que no hemos hecho bien para corregirlo.

El nacimiento de la corrupción dentro de nuestra sociedad difiere entre varios autores, tal como menciona Nubia Nieto en su estudio La corrupción política en México: del pasado a la transición democrática, algunos [autores] la ubican a partir de la Colonia; otros, en la construcción del Estado porfirista y unos más en el Estado posrevolucionario y contemporáneo. [Hay otros] que señalan que la corrupción ha sido una estrategia de resistencia cultural, producto del choque entre el ‘México profundo’ (México Indígena) y ‘México Imaginario’ (México mestizo).

Continúa señalando la autora que, por otra parte, Friedrich Katz indica que si bien la corrupción floreció en la Colonia, el movimiento de Independencia no logró disminuirla cuantitativamente. La Revolución de 1910 tampoco eliminó la costumbre de transgredir la ley, aunque modificó la dinámica para ejercerla. Desde la óptica de Katz, la Revolución Mexicana no solo provocó una nueva lógica en la redistribución del poder y los recursos, sino también generó otra percepción sobre la corrupción”.

Como hemos podido apreciar, la autora relata la visión de otros historiadores que afianzan las raíces de este mal social desde nuestros antepasados, desafortunadamente, no hemos podido separarnos de esa ideología y el no hacerlo nos ha costado, en términos de crecimiento económico y social, años de retraso si nos comparamos contra nuestro vecino del norte o contra nuestro propio “conquistador”.

Desde Madero podemos hablar de nepotismo, ya que este incluyó en su gobierno a miembros de su familia; de Carranza podemos decir lo mismo por sus promesas incumplidas, sin dejar de recordar que tal como cita Katz en su texto La corrupción y la Revolución Mexicana: “durante la gestión de Carranza, se acuñó el verbo ‘carrancear’ como sinónimo de corromper”.

Ahora bien, navegando por nuestra historia, hemos visto mucho en cuanto a las administraciones que nos han gobernado, diversos escándalos de corrupción, investigaciones inconclusas donde al final liberan al funcionario corrupto y otras donde se aplica la ley y finalmente se hace justicia.

A pesar de todo, diversos gobiernos han hecho esfuerzos por limpiar esta imagen, ejemplo de lo anterior lo encontramos en el texto Corrupción y Política en el México Contemporáneo, de Stephen Morris, en donde se menciona: “El presidente Luis Echeverría, llamó a la corrupción un cáncer de la revolución; el presidente López Portillo, durante su campaña anticorrupción, sostuvo que si el famoso revolucionario Emiliano Zapata hubiese estado vivo, lucharía contra los funcionarios gubernamentales deshonestos; su sucesor, Miguel de la Madrid, llevó después el sentimiento en contra de la corrupción a niveles nunca antes conocidos mediante una enorme campaña denominará ‘Renovación Moral’; y en su primer año de gobierno, el presidente Salinas de Gortari elaboró un programa similar, derribando del poder a fuertes líderes sindicales y financieros en escándalos vinculados con la corrupción”.

Llega el momento de preguntarnos nuevamente, si han emprendido tantos esfuerzos ¿por qué hemos fallado? ¿Cuál es el elemento necesario para una lucha eficaz contra este flagelo? Pues bien, así como nos hemos anclado al pasado, también lo hemos hecho a la esquizofrenia y a siempre sentirnos menos.

La política proteccionista del gobierno hizo que estas raíces se nos enterraran en el ADN hasta que alcanzamos a decir, “para qué trabajo si el gobierno me lo da”. La idea de que somos los conquistados y por eso somos los consentidos de la virgencita de Guadalupe, que por eso nunca podremos superar al resto de nuestros vecinos, nos ha hecho creer que esto es cierto, mientras que la realidad tiene un tinte muy diferente.

Dentro de la corrupción podemos distinguir dos grandes tipos sociales: el soborno y la extorsión y, en ello radica, desde mi punto de vista, la razón fundamental de los fallidos intentos. Sí, es cierto que no se puede ir en contra del sistema y que no se puede cambiar todo en un día, pero también lo es que nuestra sociedad acuñó la famosa frase “el que no transa no avanza” para justificar muchos actos de corrupción que comete a diario, a sabiendas de que sigue alimentando al monstruo.

La esquizofrenia y el sentirnos menos nos ha llevado a pensar que muchas veces es preferible “dar el moche” que afrontar las consecuencias de nuestras acciones. “Es que sin mordida el trámite se tarda más tiempo…”, “Es que no vi el alto…”, “Es que se me hace tarde para llegar al trabajo…”, “Es que el que no transa, no avanza…”, “Es que aquí en México es la ley de Herodes…”. Nuevamente, frases que hemos adoptado como parte de nuestro léxico y que son las culpables de que el cáncer siga creciendo.

Hemos alcanzado un punto en el que sentimos que sin corrupción México perdería su esencia y su presencia ante el resto del mundo. Indiscutiblemente, este cáncer no solo ha logrado que perdamos la confianza en las instituciones, sino también ha logrado fortalecer a los grandes cárteles de la droga, ha permitido que nuestro sistema financiero sea utilizado para blanquear activos, ha dado la oportunidad de fortalecer la famosa “ley de Herodes” y lo más grave, ha menoscabado el sistema democrático y al estado de derecho.

Romper paradigmas es la expresión que necesitamos. Muchos mexicanos se dicen estar hartos de la corrupción, pero se les hace más fácil sobornar que generar el cambio enfrentando las consecuencias; si bien el gobierno ha permitido esto al extorsionar vigilantes, debemos preocupados por formar un frente común y decir: ya basta.

La actual administración ha entendido este concepto y se ha propuesto diseñar nuevos esquemas para romper la cadena de la corrupción, el más importante: crear un sistema nacional anticorrupción.

La sistematización de los procesos parece ser la pieza clave para eliminar los trámites presenciales e ir atacando las bases del cáncer. El fortalecimiento de algunos órganos como la Auditoría Superior de la Federación (ASF) y la Secretaría de la Función Pública (SFP), pueden regresar la confianza a la sociedad, al permitirles ser vigilantes del actuar del gobierno en todos sus ámbitos.

Un buen Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información resulta la pieza base para que las actividades se tornen claras y nosotros como sociedad abramos los ojos. “Perro que ladra no muerde” y este dicho viene a colación considerando que una cosa es la percepción que tengamos de la corrupción y otra cuando realmente la hemos sufrido.

Recientemente se escuchaban comentarios al respecto de que son más los mexicanos que tienen una percepción corrupta de diversas organizaciones que los que realmente han sufrido actos de corrupción de los mismos. Estamos perdiendo la cabeza al pensar que todas las instituciones son corruptas y que nada se logrará denunciando. Ahora bien, si esto fuera seguro hasta cierto punto, ha llegado el momento de cambiarnos el chip; es decir si el Gobierno Federal está emprendiendo acciones contra la corrupción, pongamos de nuestro lado y denunciemos, no ofrezcamos mordidas ni sobornos, acostumbrémonos a hacer las cosas bien con todo lo que ello implica.

Tal vez las campañas de las administraciones pasadas fracasaron porque la sociedad era renuente y le daba lo mismo; tal vez habíamos alcanzado el punto de indiferencia más alto respecto a qué tan corrupto es México; tal vez todo esto fue lo que fortaleció la corrupción en el gobierno y, tal vez, fue lo que nos llevó a ser el país más corrupto de la OCDE.

Al final de todo, de nada sirve tener un sistema nacional anticorrupción si seguimos dando mordidas porque “el que no transa, no avanza”, ya que en este punto del tiempo, hemos visto y vivido los efectos de esa frase. Efectivamente, el que transa no avanza. Veamos los resultados cuando a lo largo de nuestra historia nos hemos dedicado a “transar” y hasta el día de hoy no hemos logrado avanzar.

La conciencia social es un pilar elemental para que toda la nueva sinergia funcione correctamente. Cambiemos la mentalidad y dejemos de aceitar las manos ajenas, dejemos de ayudar a ayudarnos y comencemos a tener auto-ayuda. El conocimiento siempre es poder. Existen actualmente campañas sociales y de organismos internacionales que promueven esta lucha. Dejemos de ser ajenos al cambio propuesto y caminemos de la mano con él.

Así, concluyo exhortando y respondiendo los cuestionamientos iniciales. La lucha anticorrupción y toda la cultura que trae consigo no serán posibles mientras no dejemos de ser esquizofrénicos, mientras sigamos intentando justificar todos nuestros actos, aunque solapemos el delito con ellos.

La necesidad de retomar la ética social, moral y profesional se vuelve algo primario. Retomemos los valores elementales para el correcto funcionamiento de la sociedad. Comencemos con acciones pequeñas, estemos vigilantes de las acciones del gobierno, leamos, no tengamos doble moral.

Los ojos del resto del mundo están mirando y debemos recordar que como país corrupto, somos un alto riesgo para las inversiones extranjeras, para los préstamos de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, lo que podría desencadenar consecuencias económicas grandes.

Resulta fácil decirlo, hacerlo no tanto. Por ello, la solución propuesta es precisamente cambiar la mentalidad desde un grado de consciencia mayor. ¿Verdaderamente queremos seguir siendo víctimas de la ley de Herodes? Nuestras acciones como individuos, a la larga podrán generar la conciencia social que necesitamos para cambiar la mentalidad de que la corrupción vive en nuestro ADN. Recordemos que no hay peor lucha que la que no se hace.

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