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ISSN 2594-1976
Artículos

Desarrollo ético valor eje de la profesión

admin - 17 mayo, 2017

C.P.C. Enrique Zamorano García/Maestro Emérito del Instituto Politécnico Nacional/ezamorany@prodigy.net.mx

Este artículo trata sobre los valores humanos en que se sustancia la ética, los más preciados valores que caracterizan al hombre en cuanto hombre y en cuanto a su “ser con” dentro del ámbito en que actúa, cualquiera que este sea: verdad, independencia de criterio, dignidad humana, responsabilidad, capacidad, honestidad y justicia, el valor ético por excelencia

Así después de reflexionar sobre los valores de la esencia humana, los proyecta hacia la conquista incesante del verdadero bien moral, proclamándolos como los valores básicos de una profesión, constitutivos de su fundamento, sólidos, su propósito básico y su razón de existir. Hay una reflexión que debemos destacar: ciertamente, en cada época del devenir histórico se han percibido circunstancias críticas, amenazas latentes.

Es cierto que han existido épocas particularmente transformadoras del entorno moral y social, en que las amenazas suspendidas, al hacerse realidad, se han traducido en situaciones considerablemente críticas. Parece ser el momento presente. Desarrollos tecnológicos, en sí mismos altamente positivos: globalización, velocidad de comunicación e intercambio, maximización de beneficios, han conllevado en su manifestación irrestricta una preminencia de lo utilitario sobre lo que requiere un largo proceso de cultivo, de lo externo sobre lo íntimo; en una palabra, es en el núcleo de esta dinámica, en la medida en que no sepamos encauzarla a partir de una sólida conformación interior del ser humano, donde se cierne una gran amenaza para sus valores éticos fundamentales, tanto en lo individual como en los del núcleo profesional y social al que se pertenezca.

En este entorno se mencionan cuatro fenómenos que se han manifestado y generalizado, por lo que, en nuestro país, particularmente en las universidades, se requiere hacer conciencia y participar intensamente en el encuentro de una solución: educación, desempleo, pobreza y migraciones.

Estos fenómenos forman un círculo vicioso ¿no encontramos en el fondo de esta crisis la concreción de un principio distorsionado que identificamos nítidamente “ser como tener”?

Las universidades

Este círculo se inicia con la educación, o más bien, con la falta o deficiencias de la educación y sobre todo en la formación ética en la familia, en las escuelas primarias y secundarias, que consideramos serían el antecedente de las conductas observadas en los alumnos de las instituciones de educación media y superior.

No hay duda de que la educación se inicia en la familia y continúa en la escuela. La familia educa, y la escuela instruye y educa al mismo tiempo.

Eduardo Nicol decía que la educación supera la instrucción: “Es evidente que los hombres tuvieron que aprender y enseñar las técnicas indispensables para la subsistencia y eso, es instrucción. La educación es otra cosa. Su fin no se da por supuesto, como en la tecnología. El fin es el hombre mismo. No basta ser instruido, hay que aprender a ser hombre. El hombre educado es un ser ético”.

Pero es justo aquí al reconocer y aquilatar los valores esenciales conjugados dentro de la ética, donde contamos con nuestros verdaderos recursos para emerger avantes, estableciendo una nueva relación con el medio ambiente, con el universo, con lo sagrado, desarrollándola en los espacios íntimos del hombre. Se nos plantea un credo, una mística; no un modus operandi, algo que nos consolide en nuestra propia humanidad.

A grandes rasgos, deseo referirme a la estructura misma de este artículo. En su primera parte se ilustra la historia, misión, visión y principios fundamentales de varias universidades importantes que se tomaron como ejemplo, no porque sean las únicas instituciones educativas que tengan este núcleo de valores infundido por sus fundadores, principales directivos y maestros; indudablemente hay varias más que tienen una cultura ética institucional que sirve de base para la formación de sus alumnos.

La búsqueda de la excelencia de la educación es la meta de las universidades en las que se forjan los profesionistas. La misión, filosofía, objetivos están dirigidos a la consecución de esa meta. Es función de la universidad establecer las condiciones que contribuyan al logro de la excelencia académica y los planes de estudios a tono con los reclamos de la profesión y de la sociedad, y proveer el ambiente académico y las experiencias educativas que permitan al estudiante satisfacer sus necesidades y expectativas individuales. Es en la universidad donde se realiza el proceso educativo que culmina en la formación de un profesional educado.

Lo importante es que este núcleo de valores constituye la continua expresión y reiteración de aquello que la institución, honra, valora y en lo cual se cree. Los alumnos y maestros se identifican con su universidad, se sienten orgullosos de su historia, su prestigio, sus símbolos y de sus egresados ilustres.

Después del ámbito universitario el Contador profesional se desarrolla en la ética en empresas que han alcanzado el éxito en aquellas empresas e instituciones que han alcanzado el éxito mediante su invariable adhesión a principios y valores éticos, que han permanecido firmes a través del tiempo y de las circunstancias.

Es importante que los estudiantes y profesionales de la administración de negocios aprendan de estas experiencias.

Siguiendo el camino de formación ética del profesionista, el alumno o el graduado de las escuelas de Contaduría y Administración de Negocios puede proseguir con la educación en las firmas profesionales con los valores que se compartan en ellas, con sus normas de conducta y, en particular, con los conceptos y principios fundamentales de la ética sobre su proyección social y humana.

Por la importancia esencial de la ética, por su trascendencia en todos los ámbitos de la vida profesional —y no me limito a la profesión de Contador Público, sino a toda la actividad profesional— por la apremiante necesidad de tener más presente que nunca ciertos temas frente al grave y amenazante entorno, pienso que la enseñanza de la ética debería constituir una asignatura específica, fundamental en los planes de estudio de todas y cada una de las carreras que se imparten en estas instituciones, como algo prioritario, justamente en este momento en que habrá de darse una consideración más a fondo a toda la estructura educativa de nuestro país. Daríamos a estas carreras un contenido humano esencial que hoy, quizá más que nunca, debe esperarse de todo profesional que justificadamente pueda reputarse como tal.

Carlos de la Isla, profesor emérito del ITAM, en su artículo “Ética y universidad”, publicado por la revista Estudios, No. 69, Vol. III, expresa: La situación presente del mundo produce asombro y desconcierto. Para el pensamiento crítico y reflexivo es causa de angustia. Es dramático contemplar el cúmulo de problemas en todos los ámbitos y de todas las dimensiones y, al mismo tiempo descubrir que las soluciones son difíciles, muy difíciles o imposibles.

La ciencia y la técnica han avanzado desmesuradamente, pero no han sabido resolver los más graves problemas humanos. Su avance ha beneficiado a grupos de poder que, para construir y defender su reino del absurdo, han generado armas, guerras, violencia y dominación.

Puede considerarse un fracaso el poder de un saber que beneficia a unos cuantos y que soporta el desprecio, la humillación y explotación de las grandes mayorías. Un saber que no beneficia a toda la humanidad no es un saber humano, sino inhumano.

La ética y la educación están emparentadas por sus fines: el crecimiento y planificación de las personas. El quehacer esencial de la universidad es proporcionar un ambiente que favorezca el desarrollo y la realización de todos sus integrantes y, por medio de ellos, beneficiar a la sociedad entera. La ética universitaria tiene a su cargo mostrar los medios y elementos más convenientes y debidos para la construcción de ese ambiente y el cumplimiento de sus fines.

Asimismo, agrega que otro elemento muy importante para la formación de una conciencia éticamente responsable es un verdadero servicio social. El estudiante debe tener conocimiento de la realidad nacional: las hirientes diferencias sociales, la angustiosa pobreza de la mayoría junto a la obscena abundancia de unos cuantos, el drama del desempleo, la desesperación de los que carecen de hogar o de un simple refugio, los obligados a un trabajo humillante por la necesidad, los marginados de los servicios de salud, de educación, de posibilidades mínimas de una vida con elemental dignidad, los estudiantes todos deben conocer esta realidad y, mejor todavía, deben experimentar y procurar solucionarla según sus posibilidades. Esto sería un formativo servicio social.

Educar también es tarea de las firmas profesionales

La formación del profesionista es deber de la universidad, del maestro y de las instituciones que agrupan a los profesionales; pero, también es tarea de las firmas profesionales mejorar cualitativamente la enseñanza.

Es necesario que en los cursos de actualización y formación que imparten a sus colaboradores mantengan un equilibrio entre el componente técnico y el formativo de cualidades profesionales y morales. Desde el punto de vista moral, la firma deberá impartir conocimientos sobre la actitud del profesionista ante la sociedad y la trascendencia de su papel profesional de acuerdo con los principios éticos que norman su disciplina.

Una institución vale lo que las personas que están en ella. La política de personal de la firma sobresaliente tiene varios aspectos, y el principal de ellos debe ser el extraordinario proceso de formación y enseñanza, por medio del cual se imprima carácter en los recién ingresados.

El sistema de formación supone un poderoso adoctrinamiento de los jóvenes, y los cursos periódicos de formación profesional deben incluir temas acerca de la historia y organización de la firma, puntos sobresalientes sobre la calidad profesional y personal de cada uno de los fundadores y socios; sus sistemas de trabajo; sus clientes principales y, por supuesto, los principios fundamentales de la ética profesional; en cada escalón de su carrera recibe una formación adicional que incluye una dosis de ética y actualización profesional.

La ética de una firma es una reflexión sobre la práctica de la misma, en la que se incluyen las normas y los valores de las personas que la integran, así como los de la sociedad.

La realización profesional, entre otras cosas, se logra con la perseverancia en el trabajo, la vocación a la profesión, la educación continua, la especialización eficaz, la honradez, la formación a todo lo largo de la carrera, la prudencia, la innovación y la responsabilidad.

La ética de la responsabilidad, con la finalidad del bien común debe estar en la base de gestión de una firma profesional. La ética enseña las virtudes que llevan a la realización profesional en el marco del bien común.

Los dirigentes de talento promueven estos valores, los cuales constituyen un factor de éxito colectivo, desarrollando las capacidades personales y la voluntad de contribuir al éxito de la institución, con base en un servicio profesional excelente orientado hacia la sociedad y a los clientes de la firma.

Estos objetivos solo se logran mediante una ética institucional bien aplicada, un reclutamiento muy cuidadoso del personal, una formación continua, estímulos y un sistema adecuado de sanciones para aquellos que no cumplan con la ética. Si una firma permite que la representen personas sin ética, terminará también siendo una firma sin ética.

Las firmas están conformadas por personal profesional y de apoyo, equipo, espacios y tecnología. Pero eso no es todo, estas también deben tener espíritu, el cual está formado por un conjunto de ideas, principios, valores y esperanzas, infundidos por la inspiración de sus fundadores y dirigentes. La firma basada en ideales y valores humanos, construida con base en las necesidades y aspiraciones humanas, es una firma con espíritu.

Principios básicos de las instituciones profesionales

Las instituciones que agrupan a los profesionistas de esta disciplina en América, tales como la Asociación Interamericana de Contabilidad (AIC) y los institutos o federaciones de colegios profesionales, de cada país de América, o la Internacional Federation of Accountants (IFAC), persiguen un grupo de objetivos que, en esencia, son similares. Por ejemplo, los propósitos principales de la AIC son: “unir a los profesionistas del continente americano y promover la elevación constante de su calidad profesional, dentro de un sincero intercambio y una fraternal convivencia”.

Cito también como ejemplo, al Instituto Mexicano de Contadores Públicos, el cual entre sus principios fundamentales, establece: “La unión de los Contadores Públicos del país. Mantener y aumentar el crédito de la profesión y la moralidad de los que la ejercen. Unificar el criterio contable de sus miembros […]”.

En resumen, de estos propósitos podemos destacar lo siguiente: “Unir a los profesionistas y promover la elevación de su calidad profesional y moral”.

El anhelo de elevar constantemente la calidad profesional los ha llevado a reunificarse dentro de las instituciones profesionales. La investigación, la difusión de conocimientos mediante publicaciones escritas, conferencias, seminarios y cursos de actualización profesional tienden a realizar concretamente este objetivo, edificando día a día la comunidad profesional. Edificar la profesión significa consolidar cada vez más su unidad.

Estas instituciones, por medio de sus comisiones de investigación, efectúan estudios reflexivos y críticos de todo aquello que compone los conocimientos esenciales de la profesión. Los investigadores participan en organismos locales e internacionales y con las universidades en los procesos de armonización de las normas técnicas, del interés público; cualquier organización que no reconozca esto, no serviría a los intereses de sus propios miembros.

La profesión en México está organizada en colegios provinciales o regionales que, a su vez, se unen en una federación nacional. Estas instituciones sirven a sus miembros y a la sociedad mediante roles muy significativos; es decir, estas nutren el crecimiento profesional de sus miembros por medio del desarrollo profesional continuo, fomentan la práctica con normas y estándares elevados y prevén un punto focal por medio del cual la profesión puede comprometerse en sus funciones plenas de derechos y responsabilidades ante la sociedad.

En la profesión de la Contaduría Pública, los colegios e instituciones federadas establecen las normas contables necesarias para tener procesos trasparentes e información enteramente objetiva, así como los estándares y procedimientos de auditoría, tienen regulaciones y estructuras que acreditan y otorgan certificaciones de competencia a los profesionales que practican esa profesión, tiene un código de ética, promulgado por la institución, al que se adhieren todos sus miembros, estableciendo medidas disciplinarias con el fin de reforzar el cumplimiento de los requerimientos éticos y cuyo objetivo sea demostrar al interés público que dichos estándares serán seguidos; establece requisitos de calidad que garantizan la trasparencia y dan credibilidad y confianza al público sobre los servicios profesionales que proporciona el Contador.

La profesión contable y sus instituciones tienen una trayectoria demostrable de capacidad autorregulatoria. Cuenta con los elementos necesarios para vigilar que las normas, las certificaciones de competencia, la ética y el control de calidad sean aplicados adecuadamente.

Los colegios profesionales delegan mucho trabajo en la participación voluntaria, la cual debe ser constantemente fomentada, ya que los voluntarios aportan una perspectiva de “vida real” al organismo.

Por una actitud de servicio a la profesión los Contadores Públicos colaboran con sus instituciones profesionales, participando, activamente, en comisiones o grupos de investigación, escribiendo artículos en sus órganos de difusión, dictando conferencias o apoyando de alguna forma la gestión de estas instituciones.

Los resultados de la investigación realizada por esas comisiones y por los centros de investigación de las universidades son difundidos en revistas, boletines, libros, cursos, seminarios y conferencias, contribuyendo a la superación profesional.

En estas instituciones es preciso reconocer la importancia que tiene su función de elevar constantemente la calidad de los profesionistas, pues permite captar no solo la dimensión personal, sino también la comunitaria y, por tanto, la acción fortalecedora de la profesión.

¿Cómo podría un profesionista sentirse ajeno o indiferente a la necesidad de actualizar constantemente su capacidad? La exigencia de la sociedad de obtener servicios profesionales de la mayor calidad es, incuestionablemente, justa. Es la respuesta obligatoria de los profesionistas a la confianza que la sociedad les ha otorgado.

Bibliografía

Taccetti, Victorio (1997). Constelación sur: América Latina frente a la globalización, México, Fondo de Cultura Económica.

Urquidi, Víctor, L. (coordinador) (1999). México en la globalización. Condiciones y requisitos de un desarrollo sustentable y equitativo (Informe de la sección mexicana del Club de Roma), México, Fondo de Cultura Económica.

Myrdal, Gunnar (1975). La pobreza de las naciones, México, 1ª edición, Siglo XXV.

Zamorano García, Enrique, (2016). Desarrollo ético de los profesionales de la Contaduría y la Administración, México, IMCP.

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