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ISSN 2594-1976
Artículos, Docencia

Criterio prudencial y concepto de prudencia

Editor IMCP - 1 septiembre, 2019

Dr. Luis Antonio Cruz Soto
Investigador de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM
lcruz13@icloud.com

Síntesis
Se explora el significado del criterio prudencial en relación con el concepto de prudencia. Se aborda el significado de criterio o enfoque prudencial en las Normas de Información Financiera (NIF); posteriormente, se realizará un breve análisis del concepto de prudencia y su vinculación con el criterio
prudencial. La principal conclusión señala que este criterio se refiere a la razón práctica de la acción en la aplicación de las NIF sin hacer referencia al contenido ético de la decisión.

Nuestro propósito radica en examinar el alcance del criterio prudencial referido al concepto de prudencia. El fundamento que determina la aplicación de las NIF es el juicio profesional, mediante el criterio prudencial; este criterio no solo se atribuye al discernimiento técnico que hace el Contador, sino que es un juicio que determina la perspectiva de acción de la propia vida humana.

Según las NIF (NIF, 2018, párrafo 52: 11), el criterio prudencial se deriva del juicio profesional, que se refiere al empleo de conocimientos técnicos y experiencia necesarios para seleccionar posibles cursos de acción en la aplicación de las NIF; para las NIF (2018, párrafo 52: 11):

El juicio profesional debe ejercerse con criterio o enfoque prudencial, el cual consiste en seleccionar la opción más conservadora, procurando en todo momento que la decisión se tome sobre bases equitativas para los usuarios de la información financiera […] con el propósito de permitir al usuario general formarse un juicio adecuado sobre los hechos y circunstancias que envuelven a la operación sujeta de reconocimiento.


El juicio profesional ofrece, como ámbito de estudio, el concepto de prudencia, que define el criterio prudencial en la normatividad contable; sin embargo, no se contempla la perspectiva ética que acompaña a la razón práctica, y que resulta relevante en la toma de decisiones de las entidades. La doble dimensión de la prudencia consiste en el ser racional y en el ser práctico, lo que implica la posibilidad de realización de una actividad que es la mejor para una acción concreta. El discernimiento ético que acompaña a la acción está dado por su repercusión social, pero lo que en realidad se pone a prueba en el criterio prudencial es la capacidad de deliberar o racionalizar lo que es mejor frente a lo que se espera obtener del acto, de manera que solo el hombre prudente tiene ante sí el principio racional de la decisión.

Desde el ámbito de la ética de la decisión en el criterio prudencial, el concepto de prudencia alude al bien y lo mejor en la acción, por lo que su comprensión está condicionada a la explicación de la manera en que se ejercen y ejecutan los actos. Aristóteles (2000: 1143b) señala que, si la prudencia tiene por objeto lo que es justo, noble y bueno para el hombre, y esta es la actuación del hombre bueno, entonces el conocer estas cosas no nos hará más capaces de practicarlas, tampoco nos sirve de nada conocer las cosas sanas o saludables que nos producen la salud, sino que son consecuencia de un modo de ser. Únicamente practicando lo bueno, noble y justo es como nos hacemos virtuosos,1 de tal suerte que la prudencia no solo se determina por el conocimiento, sino que se define por la acción, y su principio es la moralidad.

La prudencia se define por la práctica y por la razón que se orienta hacia el bien, de manera que no solo es la racionalidad el mecanismo del que dispone la conducta para conocer el acto, sino que también implica el actuar junto con la perspectiva ética de los individuos, con la que se concreta una intención recta; el modo de ser racional, verdadero y práctico
que es posible atribuir al criterio prudencial debe estar acompañado de lo que es bueno para el hombre, según lo que se deriva del concepto de prudencia.

La prudencia funge como promotora de la racionalización de la actividad en su capacidad de ejercer eldominio sobre los actos de los sujetos porque gracias a dicha prudencia la ciencia práctica se preocupa por el hombre o por el hombre en su capacidad de ser consciente de sí mismo, pues esa ciencia práctica no es el conocimiento sino la mejora en la acción, y su propia facultad es el segmento calculador o práctico de la parte racional del alma (Lord, 2000: 124).

Entre la elección de los medios y la realización de la acción se encuentra la prudencia, como posibilidad racional de los sujetos para la concreción de un acto; este proceso está referido a lo incierto, pero que se plantea en el ámbito de lo posible, por estar justificado en la sabiduría práctica, de modo que toda decisión que se genera en las entidades tiende a atenuar la incertidumbre que acompaña a la vida humana.

El carácter moral y la racionalidad que acompañan a la prudencia justifican el buen juicio para elegir los medios más pertinentes para la realización del
acto; esto es, la exactitud del criterio para emprender la realización de las acciones que conducen a una finalidad. La prudencia ordena sobre los elementos disponibles para ejercer los actos que, en última instancia, responden a la orientación contenida en la conciencia moral de lo hombres porque, como lo advierte Aristóteles (2000: 1143b), no basta con conocer el bien, sino hay que practicarlo, y la práctica se consuma con las acciones, mediado por la racionalidad.

La prudencia se refiere a una cualidad que es exclusiva de los hombres en su capacidad de decidir individualmente lo que es mejor para una finalidad práctica; se refiere a lo que es propio decidir de cada uno, en su capacidad de ejercer la razón para la elección de los medios, y solo puede practicarla el hombre prudente, de modo que el significado de la prudencia es una atribución particular de cada uno de los hombres.

Sin embargo, quienes deciden en las entidades va más allá de ellos, en su individualidad, porque tiene perspectivas colectivas, de ahí la importancia del criterio prudencial en la concreción práctica de las acciones y sus repercusiones éticas en la sociedad. Aristóteles (2000: 1140a y b) define a los hombres prudentes como aquellos que “para alcanzar un bien, razonan adecuadamente, incluso en materias en las que no hay arte. Así, un hombre que delibera rectamente puede ser prudente en términos generales.
Pero nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera, ni sobre lo que no es capaz de hacer”. Los hombres prudentes ejercen su racionalidad para deliberar rectamente, de acuerdo con lo que les es posible realizar, por lo que la condición de la prudencia se enmarca en función de la propia actividad; es decir, el hombre prudente razona sobre los medios pertinentes
que conducen a una finalidad y sobre lo que le corresponde hacer; condiciona su proceder a la conveniencia del criterio, que responde a una racionalidad explícita en la decisión.

Conclusión

La prudencia y el criterio prudencial en el juicio profesional procuran la recta razón y el contenido ético que acompaña a la decisión, lo cual es una cualidad que es inherente a la condición humana. El concepto criterio o enfoque prudencial en la normatividad contable se comprende como el proceso práctico de la elección para la aplicación de las NIF en la entidad, que es independientemente al contenido ético que acompaña a la elección.

Sin embargo, existe un principio ético que acompaña al contenido técnico de la prudencia: el bien común, que constituye un elemento fundamental para señalar que todo acto humano se encuentra regido por su perspectiva colectiva, tanto al interior de la entidad como en la sociedad. Las decisiones que se producen en las entidades no responden, en sentido estricto, a ellas mismas, sino que son parte de una perspectiva de significado más amplia por dos razones; en primer término, porque toda organización es un ente de acción colectiva que obedece a la generación de satisfactores sociales; y, en segundo lugar, porque todo acto humano se encuentra regido por su contenido moral, tal como se encuentra planteado en el concepto de prudencia.

1 El ser virtuoso significa hacer lo que nos corresponde de la mejor
manera, de acuerdo con lo que nos es posible por nuestra capacidad.
Aristóteles (2000: 1106a) define a la virtud como un “modo de ser por
el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su propia
función”. La virtud implica el logro de las mejores acciones en beneficio
de la sociedad, lo que implica realizar una actividad condicionada
al mayor bien posible; por esto, no es suficiente realizar una función,
sino que es preciso que procure el mayor bien para los demás. Aristóteles
(2000: 1106a) pone el ejemplo del ojo: “la virtud del ojo hace
bueno al ojo y su función (pues vemos bien por la virtud del ojo)”. Para
mayor referencia al concepto de virtud puede consultarse a Cruz (2013,
capítulo II).

Bibliografía
Aristóteles (2000). Ética Nicomáquea. Versión de Julio Pallí Bonet. Madrid:
Gredos.
Consejo Mexicano de Normas de Información Financiera, A.C. (CINIF),
Instituto Mexicano de Contadores Públicos (2018). Normas de Información
Financiera. México.
Cruz Soto, Luis Antonio (2013). La autoridad legítima. El comportamiento administrativo y la concepción aristotélica de la legitimidad de la autoridad. México: Eon Lord, Carnes (2000). “Aristóteles”. En Historia de la filosofía política. México:
Fondo de Cultura Económica.

Tags | NIIF, prudencia, racionalidad
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