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Artículos

Responsabilidad social, ética y gobierno corporativo

Editor IMCP - 1 abril, 2020

Síntesis

En los últimos años, la Responsabilidad Social Empresarial se ha incorporado a las empresas como parte fundamental de su accionar y de la solución de problemas sociales, laborales, medioambientales y de derechos humanos. Particularmente, ha cobrado relevancia el tema ambiental como un elemento a tomar en cuenta para el desarrollo de las empresas, pues este ha de llevarse a cabo sin contaminar el medio ambiente ni dañar los ecosistemas

Como consecuencia de un largo periodo en el mundo de los negocios dominado por el lucro por encima de los valores humanos, por la rentabilidad financiera por encima de la rentabilidad social, por la priorización de los accionistas por encima de las partes interesadas, hoy la sociedad tiene grandes problemas de desigualdad social, de contaminación, de competencia desleal, de evasión fiscal; en resumen, falta de ética de los negocios. Lamentablemente, no parece que con el tiempo esta situación vaya mejorando, sino que se va generalizando un modelo empresarial que desecha los valores humanos y sociales presumiendo que por ello las empresas tienen una definición de “Sin Alma (S.A.)”, es decir, orientada a los resultados de su gestión con insensibilidad hacia la parte humana.
Este modelo ha funcionado relativamente bien para muchas organizaciones, principalmente las más grandes y globales, por lo que las más pequeñas y locales han tratado de imitarlas.

La generalización de estas prácticas ha tenido consecuencias no deseables para la sociedad: las prestaciones laborales se han vueltocada vez menores, la estabilidad laboral se ha reducido sustancialmente, se han impulsado reformas laborales que ofrecen “competitividad” a las empresas, pero vuelven vulnerables a los trabajadores; los diferenciales salariales al interior de las organizaciones se han profundizado y la contratación por medio de terceras empresas se ha vuelto de lo más común. De manera individual, los más beneficiados de las empresas también han encontrado maneras para proteger su patrimonio mediante la inversión en paraísos fiscales, lo cual reduce al máximo el pago de impuestos locales, aprovecha “estratégicamente” las diferencias fiscales entre entidades para adquirir vehículos de alto valor, utiliza los recursos empresariales para beneficio personal (problema de agencia), disfrutan de paquetes de beneficios diferenciales respecto al resto de los empleados en función de su “valor” como recurso humano para la empresa y su capacidad de generarle mayores beneficios y un largo etcétera.

Y, por supuesto, de manera miope se han tomado esas decisiones pensando que aquello que se decide al interior de la empresa no tendrá consecuencias para la sociedad, sino solo para su propio desempeño frente al resto, es decir, negando el efecto derrama o contagio, y negando la temporalidad en esas interacciones, que no son decisiones únicas en la historia. Esto es lo que en la teoría de juegos podría considerarse un juego estático, de una sola vez, mientras que el desempeño de las empresas son juegos dinámicos, que definen una trayectoria en el tiempo. La libertad de los mercados es la bandera que se defiende con sangre, la libre competencia como mecanismo para la equidad social y la libertad individual como herramienta para la eficiencia, que nos permite tomar decisiones racionales y permitirá restaurar los desequilibrios temporales, llevando a la sociedad a su plenitud, a su máximo nivel de bienestar.

Relevancia de la RSE en el mundo de los negocios Desafortunadamente, existe una distancia entre los resultados estimados y los logrados, pues las consecuencias que se han resaltado en los primeros párrafos distan mucho de lo que se pretendía idealmente. En ese entorno de cuestionamiento, surge la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) como una corriente crítica a la evolución de las organizaciones bajo la perspectiva única de rentabilidad, sin considerar que no solo son los accionistas los únicos y más relevantes actores de las organizaciones, sino que, como construcciones sociales, las empresas deben tener objetivos para el conjunto de actores en ella. Así, uno de los conceptos de RSE considera que tanto los actores públicos y privados como los colectivos e individuales deben sumarse a la solución de los problemas sociales, laborales, medioambientales y de derechos humanos.

De esta manera, la RSE debería estar involucrada con las diferentes partes interesadas con la empresa, como se expresa en la figura 1, incluyendo inversionistas, empleados, clientes, proveedores, comunidad, asociaciones, competidores y sector público, incluyendo sus diferentes intereses en la interacción con la empresa. Con este planteamiento, se lograría una mayor confianza y lealtad de los empleados, reduciendo su rotación y los costos de reclutamiento, lo que debería contribuir a una mayor calidad y satisfacción de los clientes. Indudablemente, esto provocaría una mejor reputación de la empresa en la sociedad, logrando así una mayor identificación de la sociedad con ella y, por ende, pudiendo participar en nuevos mercados. El reconocimiento también incluye a las autoridades, lo que contribuye a lograr de mejor manera los objetivos productivos, de rentabilidad y posicionamiento. Así, la rentabilidad es consecuencia de una serie de acciones que benefician a la sociedad, no el objetivo principal y único de la actividad empresarial.

Adicionalmente a este conjunto de actores, la RSE también se involucra con la dimensión ambiental, es decir, con los ecosistemas en los que la empresa se desarrolla, de los cuales utiliza recursos y energía y genera productos y desechos. La eficiencia en la producción, así como la responsabilidad con los bienes y males que la empresa produce es fundamental en la RSE, pues tiene consecuencias sociales y económicas para las partes interesadas relacionadas. Estos conceptos se reconocen en la economía como externalidades, es decir, los efectos indirectos que tienen las decisiones empresariales y su incorporación como costo (por ejemplo, contaminación) o beneficio (por ejemplo, aprendizaje) generadopara la sociedad al balance financiero de la empresa. Un cuestionamiento en este sentido lo define la crítica hacia las empresas internacionales que se han instalado fuera de sus países de origen, formando cadenas globales de valor, con la intención de abaratar su producción aprovechando regulaciones laxas en materia laboral y ambiental en países de menor desarrollo: la industria textil es un excelente ejemplo de los efectos devastadores ambientales desde el campo, cultivando algodón de manera intensiva provocando altos niveles de toxicidad para la población, así como los procesos industriales que generan fuerte contaminación de cuerpos de agua y suelos, lejos de los países donde se ubican los corporativos de las marcas más valoradas.

Por ello Porter y Kramer propusieron una nueva estrategia para la organización de las empresas a la que llamaron el valor compartido,1 en el cual las empresas generan valor para ellas, pero también para la sociedad, por medio de sus partes interesadas, es decir, en corresponsabilidad con la sociedad. Esta nueva concepción implica la innovación en los negocios, dejando la visión de corto plazo orientada a los resultados financieros, para asumir una visión de largo plazo orientada a la creación de valor del conjunto de actores, lo cual se puede lograr mediante el rediseño de los productos, la reorganización de las cadenas de comercialización y la creación de clusters locales.

Estos autores definen el valor compartido como “[…] las políticas y prácticas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera […] se enfoca en identificar y expandir las conexiones entre los progresos económico y social”. En otras palabras, se trata de una estrategia de las empresas para considerar nuevas formas de interactuar con la sociedad, que ofrezca beneficios a ellas y a la sociedad misma de manera directa, no confiando en los beneficios indirectos de largo plazo para toda la sociedad que se plantean en la ciencia económica.

RSE, ética de los negocios y gobierno corporativo

Es aquí donde aparece el concepto de gobierno corporativo, buen gobierno o gobernanza, definido como la forma en la que las empresas se organizan, dirigen y controlan para alcanzar unos objetivos determinados.2

Su objetivo es “[…] crear un ambiente de confianza, transparencia y rendición de cuentas necesario para favorecer las inversiones a largo plazo, la estabilidad financiera y la integridad de los negocios…”.3 Entonces, cuando se señala un contexto económico que ha sido vulnerado por diferentes “pecados” empresariales, es necesario un buen gobierno corporativo que permita lograr los objetivos que las empresas se han fijado, el cual debe incluir compromisos con diferentes actores, más allá de los accionistas.

Este buen gobierno corporativo debe tener entonces un fuerte compromiso con la RSE para evitar que en el día a día las decisiones carezcan de sentido ético, privilegiando los intereses de diversas partes interesadas, antes que los meramente personales. Este buen gobierno corporativo probablemente tenga que construir nuevos marcos normativos y esquemas de regulación interna, proponer novedosas culturas institucionales en las que, además de la innovación, la ética de los negocios sea una característica fundamental.
Cabe mencionar que el contexto de los mercados ha evolucionado hacia consumidores más informados, que demandan mayor transparencia en los bienes y servicios, requiriendo conocer su origen y sus principales componentes, la forma en la que se han producido y si han sido utilizadas algunas sustancias prohibidas; cómo se manejan los desechos tras su producción, cómo se trata a los empleados y cuál es la posición de la empresa frente a diferentes retos que tiene la región en la que está instalada, así como la manera en la que esta favorece la solución de problemas de la sociedad.

Las empresas deben estar preparadas para enfrentar estos retos, lo que demandará una nueva cultura de los negocios y ética empresarial, en las que el corto plazo deje de ser lo más importante para tomar decisiones basadas en rentabilidad financiera, pero que consideren el largo plazo, la sustentabilidad, como el criterio para su acción, es decir, el valor compartido para ella y su sociedad.

C.P. y M.A. Martha Silva Domínguez|Profesora en el ITESM Campus Estado de México y consultora independiente|marthas@itesm.mx

Dr. Pablo Pérez AkAki|Profesor de tiempo completo en el Posgrado en Economía de la FES Acatlán, UNAM|ppablo@apolo.acatlan.unam.mx

Tags | corporaciones, corporations, desigualdad, evasión fiscal, inequality, tax evasion, valores, Values
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