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Artículos

Universidad Formadora de Valores en los Estudiantes

admin - 29 mayo, 2010

De acuerdo con el Instituto de Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UN ESCO ) hay 862 millones de ciudadanos analfabetas en el mundo. Más aún, uno de cada cinco niños entre seis y once años no asiste a la escuela en los países subdesarrollados. La UN ESCO estima que si las tendencias actuales continúan, la población analfabeta disminuirá a 824 millones para el año 2010, lo cual aún representaría un adulto de cada seis

En la Declaración de los Derechos Humanos, la educación ha sido reconocida como un derecho fundamental; por lo que los países subdesarrollados enfrentamos un gran reto en la planeación para proveer servicios de educación a los ciudadanos. El reto parece mayor cuando se considera a la educación como una medida para alcanzar un nivel de vida superior. ¿Estará la educación actual proporcionándonos a los ciudadanos herramientas para conocernos, desarrollar nuestras habilidades y resolver nuestros problemas como seres humanos? ¿Estará la educación universitaria preparando a los jóvenes para la vida realmente?

Tener acceso a la educación formal tradicional actual parece no estar siendo suficiente: De acuerdo con la publicación de índices de suicidio de A. Schmidtke (1995), algunos de los países del primer mundo que presentan bajas tasas de analfabetismo (Finlandia, Luxemburgo, Bélgica, Francia, Suiza y Japón) presentan una tasa mayor de suicidios que la mayoría de los países subdesarrollados que enfrentan una deficiencia en el acceso a educación formal por parte de sus ciudadanos. Los países del primer mundo con altas tasas de suicidio fueron superados por países subdesarrollados que estaban enfrentando fuertes crisis sociales, tales como Lituania, Federación Rusa, Estonia y Hungría.

Es claro que la vida es un ciclo continuo de aprendizaje y toma de decisiones. Me pregunto cómo sería la vida si incrementáramos nuestra conciencia sobre el mecanismo que usa nuestra mente al funcionar en el ciclo de aprendizaje y toma de decisiones en lugar de decidir como una consecuencia de aprender. En nuestra actual sociedad global, caracterizada por su rápido y continuo cambio, la educación se ha convertido en un factor clave para el desarrollo sustentable.

Los seres humanos necesitamos aprender a decidir con base en la sabiduría y el razonamiento crítico. Para lograr esos objetivos, la educación debe renovarse con investigaciones avanzadas sobre la naturaleza humana. Sin embargo, actualmente la educación no parece tener como base la ética de mínimos que contribuyan al desarrollo sustentable del ser humano. Más aún, en muchos países la educación superior tiene como principal objetivo garantizar el desarrollo económico de los seres humanos y de la sociedad. Pero, ¿deberá ser el desarrollo económico la principal motivación de la educación universitaria?

Durante la Reunión Anual del Banco Mundial en 1996, James Wolfensohn –en aquel entonces Presidente del Banco- declaró lo siguiente:

“La lección es clara: para tener desarrollo económico, se requiere desarrollo social; sin desarrollo social, el desarrollo económico no puede sostenerse.”

En su discurso, el Sr. Wolfensohn insistió sobre la necesidad que tiene nuestra sociedad de un mayor énfasis en analizar problemas sociales, culturales e institucionales así como la relación de esos problemas con los económicos del mundo. Para tener éxito en estos menesteres, el Sr. Wolfensohn enfatizó la necesidad de desarrollar alianzas para crear y compartir el conocimiento y hacer de este el principal motor del desarrollo. Pero, ¿estarán las universidades contribuyendo a este anhelado desarrollo social? Es obvio que la responsabilidad de la educación –y por consecuencia la responsabilidad en la formación de los valores de los jóvenesno puede ser concebida como deber exclusivo de las universidades, sino que debe ser reconocida como el resultado de la influencia de las diversas instituciones sociales tales como la familia y la escuela, entre otras.

Habiendo especificado el papel colaborativo –no exclusivo– que las universidad tiene en el proceso de la formación de los valores en los jóvenes, y analizando de forma particular la contribución específica de las universidades en el proceso de formación de valores de los jóvenes, debemos reconocer que es imprescindible que las universidades estimulen la reflexión y autonomía del estudiante; que consideren al alumno un factor clave para deliberadamente optimizar su propio aprendizaje.

Para tener desarrollo económico, se requiere desarrollo social; sin desarrollo social, el desarrollo económico no puede sostenerse»

Dr. Luis Eugenio de Gárate Pérez
Director de Posgrados de la EGAD E
IT ESM Campus Monterrey
Coordinador Nacional de Posgrados de la AN FECA
luis.de.garate@itesm.mx

Es imprescindible que la universidad tenga como menester formar en sus alumnos un pensamiento crítico, desarrollar su creatividad y enseñarles el concepto y el proceso para la lograr la “meta-cognición”, pues serán estos elementos los mecanismos centrales sobre los cuales pueda permearse en los alumnos no sólo el conocimiento sino también los valores de una ética de mínimos que el estudiante requiera para vivir en armonía y contribuir al desarrollo de su comunidad.

Un ejemplo de este juicio crítico que nos está faltando fomentar en nuestros jóvenes universitarios lo constituye lo sucedido en 1997, cuando la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos declaró que la compañía tabacalera R.J. Reynolds había violado las leyes federales con su campaña publicitaria de “Joe Camel”; la campaña promovía un producto que dañaba la salud entre niños y adolescentes menores de dieciocho años. R.J. Reynolds había usado una marca para atraer a consumidores potenciales antes de que estos consumidores pudieran adoptar algún producto de la competencia. De acuerdo con el Dr. Joel Cohen, profesor de mercadotecnia en la Universidad de Florida y reconocido investigador en las áreas mercadotecnia y política pública que participó en el juicio como testigo experto de la Comisión Federal de Comercio, con los eficaces análisis, formulación de estrategia y extraordinaria implementación de esta última, la mayoría de los profesores en las escuelas de negocios muy probablemente hubieran otorgado altas calificaciones al equipo gerencial de la marca “Joe Camel”.

¿Qué fue lo que estuvo mal en la campaña “Joe Camel”? Es obvio que una falta de responsabilidad social. Lo curioso es que, de acuerdo con las declaraciones del Dr. Joel Cohen, la falta evidente de responsabilidad social corporativa no hubiese sido penalizada en el trabajo realizado por los ejecutivos de R.J. Reynolds si lo hubiesen presentado como trabajo escolar.

La responsabilidad social corporativa no es sólo filantropía. De acuerdo con las investigaciones realizadas por el economista Raymond Fisman, los recursos morales de una compañía están relacionados con los resultados económicos de la misma. El Dr. Fisman encontró que la confianza es uno de los recursos morales más relevantes de una empresa y que se encuentra relacionada con las transacciones económicas de la empresa y el resultado de éstas en el negocio. En su investigación, el Dr. Fisman utilizó la definición de confianza propuesta por Gambetta (1988): “Confiamos en alguien cuando consideramos suficientemente alta la probabilidad de que esa persona realizará una acción de beneficio para nosotros”. Sin embargo, para que una empresa pueda tener una responsabilidad social corporativa permeada en sus acciones, primero necesita tener ejecutivos y empleados que posean los valores éticos necesarios para creer en la responsabilidad social corporativa.

Se requiere destinar más recursos del Estado para el desarrollo de la educación y la investigación como el proceso que la nutre»

Pero cómo podría un ejecutivo tener los valores éticos necesarios para brindarle a la responsabilidad social corporativa el lugar que se merece en la empresa en la cual colabora si este ejecutivo cuando fue estudiante universitario no tuvo referente alguno sobre la importancia de los valores. Y aquí, no hablamos de tener sólo un referente teórico sino también un referente práctico. Una forma tangible y contundente en que los profesores universitarios muestren a los alumnos la importancia de los valores y las consecuencias de no aplicarlos en sus vidas tanto personales como profesionales.

De acuerdo con Buxarrais (1997), una educación en valores éticos busca que los alumnos cuenten con las siguientes capacidades:

• Desarrollar estructuras universales del juicio moral y guíen su razonamiento moral por las ideas de justicia y responsabilidad.

• Adquirir competencias para dialogar democráticamente y a que este diálogo tenga como objetivo alcanzar acuerdos justos.

• Construir una imagen de sí mismos y de la vida que quieren llevar de acuerdo a los valores personales.

• Adquirir las capacidades y conocimientos necesarios para el diálogo crítico y creativo con la realidad.

• Adquirir las habilidades necesarias para hacer coherente el juicio con la acción moral.

• Reconocer y asimilar los valores universales y los derechos humanos.

• Comprender, respetar y construir normas de convivencia que regulen la vida colectiva.

Ya que la universidad busca enseñar el valor de la verdad por medio de la ciencia para responder a las preguntas: ¿qué? y ¿cómo? La universidad debe acompañar esta enseñanza de la ciencia con una enseñanza sobre los valores, pues la enseñanza de los valores guiará a los alumnos en la búsqueda de la respuesta del ¿para qué? Es la educación en los valores la que nos ayudará a preparar para la vida a nuestros alumnos. Las universidades, además de transmitir conocimiento, deben formar en sus alumnos la responsabilidad ética; debemos concientizar a los alumnos acerca de que el contenido de una materia no es bueno ni malo, sino que puede ser utilizado para el beneficio o el perjuicio de la humanidad. Para lograrlo, es necesario reconocer que la enseñanza formal de los valores, por medio de cursos curriculares es una opción para transmitir los valores a los alumnos; sin embargo, no es la única alternativa ni tampoco ha demostrado ser la más efectiva.

El ambiente social tiene una influencia mayor de la que le ha sido reconocida, y, la mayoría de las escuelas no han desarrollado una currícula basada en las influencias sociales relacionadas con los procesos cognitivos de los estudiantes. En contraste, la globalización ha incrementado la necesidad de interacciones sociales diversas y armónicas, ¿estará la educación actual preparando a los estudiantes para ser ciudadanos exitosamente integrados a las nuevas sociedades de nuestro mundo? La enseñanza de valores puede impulsarse mediante programas extra-académicos para los alumnos y la promoción de un ambiente académico de pluralidad.

Por ello, es necesario que quienes colaboramos en las universidades cuidemos que la carga del currículo y la observada sobre dependencia en los procedimientos de evaluación que hoy exigen recordar y reproducir una cantidad de información – contrario a analizar y razonar– no sean un obstáculo para el aprendizaje profundo. Finalmente, es necesario reconocer que buscar el desarrollo del juicio crítico, por medio de la meta-cognición de los estudiantes, requiere mayor participación del alumno y del profesor. En efecto, para el alumno implica aprender a aprender. Sin embargo, para lograr este objetivo, el alumno requiere del apoyo del profesor no sólo como mentor de la disciplina académica del cual trata su curso, sino también como mentor en su proceso de meta-cognición.

Por lo anterior, los estándares o niveles de capacidades y cualidades de los profesores en las universidades también deben incrementarse. Al respecto, algunos proponen que hay que afanarse en contratar y formar profesores de excelencia. Sin embargo, es necesario reconocer y asumir que para lograr este gran reto, se requiere destinar más recursos del Estado para el desarrollo de la educación y de la investigación como el proceso que la nutre.

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