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ISSN 2594-1976
Artículos

Donar o no donar

admin - 5 julio, 2011

C.P.C. Rafael García Gómez
Socio de Auditoría
Deloitte
ragarcia@deloitemx.com

A menudo se escuchan voces que ponderan la cultura de la donación, pero también aquellas que cuestionan su eficacia o real utilidad. El objeto del presente artículo es analizar algunos hechos y circunstancias e invitar a la reflexión sobre un tema que, sin duda, es muy relevante, pero sobre todo aplicable a nuestras circunstancias como país

De acuerdo con algunos estudios y citas periodísticas en México existen alrededor de 50 millones de pobres (considerar que la definición puede ser muy variada) y de los cuales 19 millones viven en pobreza alimentaria, si conforme al último censo poblacional del INEGI, somos 112 millones de habitantes el país, enfrentamos una realidad en la que 44% de la población se encuentra en condiciones de pobreza. Esto de inmediato puede generar una sensación de impotencia o cierta obligación moral de ayudar, pero, ¿es la donación una respuesta positiva a esta circunstancia? ¿Abona realmente a una solución del problema o solo resulta en un analgésico para curar el cáncer?
Donar como concepto implica la entrega de algo que se posee, de manera voluntaria y a título gratuito, a otra persona. Por definición, resulta en la disminución del patrimonio de una persona, visto desde esta perspectiva parecería que una cultura de donación requiere de un cierto componente filosófico o moral que incite al desprendimiento de algo que se tiene sin esperar nada a cambio.

Análisis y discusión
Después de lo anterior, ¿realmente no se obtiene nada a cambio?, o ¿existe alguna retribución más allá de lo moral o algún beneficio colectivo de regreso?
Consideremos que el desarrollo de una cultura de donación implica no solo un nivel superior de educación y formación moral, sino un propósito, pues de lo contrario el vacío que se genera al entregar algo sin un fin es el principal obstáculo para la generación de una cultura de donación.
Ahora bien, ¿qué propósito puede resultar lo suficientemente válido o mejor planteado y atractivo para incitar a donar? La mera satisfacción moral debería ser el único aliciente —podrían plantear los puristas del concepto—, pero, si resultara que efectivamente una cultura de donación modificara nuestro entorno; es decir, si se lograra, sin perder el título de gratuidad, un retorno tangible a la acción de donar, ¿cambiaría nuestra perspectiva? Sin entrar en discusiones dogmáticas, solo como mera referencia al tema, qué pasaría si, como en el Islam, el acto de entregar a los necesitados al final del Ramadán es un acto normal y natural, en una cultura laica y economía de mercado, la donación se convirtiera en un concepto más a incluir en nuestras actividades cotidianas.
Haciendo un análisis de las circunstancias del país y sin entrar en temas políticos, es claro que cualquiera que sea la causa, la problemática del bajo desarrollo económico es consecuencia y, al mismo tiempo, causa del actual índice de pobreza, y que si existiera un mayor compromiso de la sociedad civil en su conjunto, mediante un hábito o cultura de donar, este efecto pudiera revertirse de tal forma que, eventualmente, la retribución o consecuencia tangible esperada sí pudiera existir, como sucedió en otras economías emergentes donde el aumento en la capacidad económica de las grandes masas, así sea mínimo, activó la economía y generó un circulo virtuoso de crecimiento.
Basta con mirar el gigante asiático de China que, sin haber erradicado la pobreza por completo, con una mínima variación hacia arriba del poder adquisitivo de la gran población, impactó de tal forma que afectó la economía mundial. Tal vez a esta altura se pregunte, ¿Cómo puede lograr esto una cultura de donación?
Pues bien, en la identificación de dónde y cómo donar, ya que la necesidad imperante en el país valida el hecho, es decir, tal vez no somos capaces de construir las instituciones o los medios más transparentes para ello; sin embargo, la cultura de donación implica también la construcción de estos mecanismos y no es coincidencia que los conceptos económicos de las empresas se estén viendo modificados o impactados a no solo medir los rendimientos financieros, sino también a la creación de índices de sustentabilidad.
Los modelos económicos actuales implican que las organizaciones no solo atiendan al estado de resultados, sino a la responsabilidad social, así, desde la perspectiva económica también existe un incentivo real al contribuir con las instituciones sociales para fomentar la cultura de la donación.
Una reflexión y comentario adicional cabe al difundir el esfuerzo que Warren Buffett, magnate estadounidense del ramo inmobiliario, y el legendario Bill Gates, iniciaron el año pasado, donde lograron reunir a 40 millonarios de la lista de la publicación Forbes, para donar la mitad de su fortuna, tal vez el comentario resulta radical, pero entre esta lista se encuentran: David Rockefeller; Robert Edward “Ted Turner”, alcalde de Nueva York y hombre más rico de la ciudad; Michael Bloomberg; George Lucas, cineasta; Paul Allen, cofundador de Microsoft y Larry Ellison, fundador de Oracle.
Al cuestionarle sobre la intencionalidad de este esfuerzo y sobre la conveniencia o posible interés de hacer pública esta posición y no privada, la respuesta fue contundente el motivo de hacerlo público es “DAR el ejemplo”, y es que según Buffett, las personas no hacemos lo que debemos, sino lo que vemos hacer a los demás, y es que al final no se busca a las personas por miedo al rechazo.
En palabras de Buffett: “Tomamos la lista de Forbes y llamamos a los 80 primeros de la lista y se anotaron 40”; es decir, la inercia de una buena intención acompañada de una acción logró que se recaudaran $600 millones de dólares.

Conclusión
La intención de esta reflexión no es que al terminar la lectura salgamos impetuosos a buscar dónde donaremos nuestros ahorros, como los magnates de la economía mundial, mucho menos que a raíz de esto organicemos a la sociedad civil en grandes instituciones para lograr impulsar una cultura de donación que estimule un crecimiento económico y así resolver la pobreza en el país; sin embargo, tiene el objetivo de lograr una reflexión profunda relativa a los beneficios que como sociedad nos aporta el generar y fomentar las donaciones; es decir, que nos interesemos e involucremos en la medida de las posibilidades de cada quien en tema sociales y que, desde nuestras trincheras como empresarios, empleadores o ciudadanos de una comunidad, podamos reflexionar más allá del tema filosófico de la donación. Eventualmente como generadores de economía siempre fomentar el crecimiento económico redituara en mejores circunstancias de negocio.

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