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ISSN 2594-1976
Artículos

Confianza en el dictamen del auditor independiente

admin - 8 agosto, 2012

C.P.C. Omar Josué Ramírez Torres
Socio de Auditoria
Salles Sainz-Grant Thornton, S.C.
omar.ramirez@mx.gt.com

Si uno quiere despertar confianza, debe ser digno de confianza
—Sthepen Covey

Recuerdo que hace tiempo vi una película donde a una señora que camina por la calle la aborda un joven, quien le arrebata y roba su bolso. La señora, desesperada, da unos gritos que provocan que de inmediato llegue una serie de personas a auxiliarla y una de ellas le dice: “No se preocupe, se ve que al joven ya lo aprendió un policía, unas cuadras adelante”, y otra persona de las que se habían ofrecido a prestar auxilio exclama: ¡y ahora, quién agarra al policía!
Este recuerdo me vino a la mente después de reflexionar lo que hoy está viviendo nuestra actividad como auditores independientes. Cuando se emite el reporte de auditoría sobre estados financieros de alguna entidad, es probable que se genere el cuestionamiento: “¿Y quién revisó a los auditores?”
El trabajo de auditoría -cuya finalidad es la de emitir una opinión sobre si la información financiera presenta o no de manera razonable la situación financiera, los resultados de operación, los movimientos del capital contable y los flujos de efectivo de una entidad con base en un marco contable establecido- sirve para crear un ambiente de confianza y seguridad en quienes tomarán decisiones sobre esta. La analogía con la película citada se da cuando alguien analiza tal información y se pregunta: “¿Y será confiable?” La respuesta puede ser: “No te preocupes, ya está revisada y avalada por los auditores”. Pero, y a los auditores ¿quién los revisa y avala?
Los escándalos financieros en diversas corporaciones provocaron un ambiente de desconfianza en las economías de algunos países, en los mercados financieros, en las empresas y en su información financiera así como en los reportes de auditoría que, de alguna manera, avalan esa información. En los últimos años se han generado diversos eventos en el mundo de los negocios que se han traducido en estos escándalos financieros. Los escándalos generados en grandes corporativos y en empresas medianas por tener información financiera fraudulenta han hecho relucir la pregunta: ¿Y dónde estaban los auditores?
Es claro que el objetivo de la auditoría no es la detección de fraudes. Sin embargo, los usuarios del reporte del auditor y de la información financiera han esperado, con o sin razón, que los auditores sean los detectores de fraudes.
La auditoría nace con el propósito de emitir una opinión, después de un examen realizado a los estados financieros, sobre el cumplimiento de la normatividad contable correspondiente. Sin embargo, diversos eventos, sobre todo quebrantos de empresas causados por fraude, han motivado el constante dilema sobre si la auditoría debe o no detectar estos fraudes.
Esto no ha sido nuevo, ya que desde inicios del siglo pasado se han manifestado fraudes empresariales importantes, sobre todo en EE.UU., y desde ese entonces la polémica era la misma, la cual toma mayor auge cada vez que ocurre un evento de esta naturaleza.
Una de las razones de la crisis en el ambiente económico radica en la falta de confianza.
La pregunta sería: ¿De quién es la responsabilidad de que estos fraudes en la información financiera no sucedan o bien, sean evidenciados de manera oportuna? Sin duda, existen varios actores en esta responsabilidad: directivos, miembros de consejos de administración, comités, analistas, reguladores, emisores de normatividad, auditores, inversionistas, accionistas, etcétera. En la justa medida, cada uno de ellos tiene su responsabilidad ante estos hechos.
Esta crisis ha motivado una serie de adecuaciones y emisiones de normatividad legales y profesionales para los diversos actores involucrados con la información financiera con la intención de fortalecer un ambiente de confianza.
Sobre este cuestionamiento, tenemos que la Administración de la compañía asume entera responsabilidad por la integridad y fidelidad de la información que contendrán los estados financieros, incluyendo aquella que constará en las notas explicativas a estos y por toda la información que los respalde; es responsable del registro adecuado de todas las transacciones en los registros contables y de establecer y mantener un control interno suficiente para permitir la preparación de los estados financieros, de conformidad con las Normas de Información Financiera aplicables. La Administración de la compañía es responsable de salvaguardar sus activos y de la prevención y detección de fraudes y errores, por medio de la implantación y continuada operación de sistemas de contabilidad y de control interno adecuados. También, es responsable de identificar y asegurar que la compañía cumpla con las leyes y reglamentaciones aplicables a sus actividades.
Para este tema se han generado y promovido actividades como las prácticas de buen gobierno corporativo dentro de las entidades. Como parte del buen gobierno corporativo se ha impulsado la incorporación de consejeros independientes y a la formación de diversos comités para la administración y vigilancia de las operaciones de las entidades, con el fin de motivar la regulación y, en consecuencia, la confianza. Asimismo se emitieron requerimientos para ciertas organizaciones en relación con el control interno de estas, las cuales cubran aspectos de seguridad y confianza en la generación de información.
Otro aspecto fundamental en la generación de confianza corresponde al marco contable normativo, en el cual están involucrados los reguladores y los organismos emisores de estas normas. Las irregularidades en la información financiera han sido por desviaciones a las normas contables o bien, manipulación en su interpretación y aplicación.
Se ha buscado, desde hace años, que las reglas contables sean cada vez más claras y, sobre todo, universales. Con el empuje que hace la comunidad europea para una adopción total de las Normas Internacionales de Información Financiera (IFRS, por sus siglas en inglés) se busca lograr esta uniformidad en la preparación de información financiera y que, a la luz de todo el mundo, se conozcan las base sobre las cuales está preparada y presentada la información financiera, que es la plataforma para la toma de decisiones. Asimismo se han modificado varias reglas con la intención de ir identificando y regulando la forma de reconocer y presentar diversas transacciones con la intención de lograr mayor transparencia y calidad en la información financiera así como en la emisión de normas contables que eviten alternativas para una misma transacción.
Con esto se pretende, por parte de los reguladores de la normatividad, motivar la transparencia y confianza en los reportes financieros.
Por lo que respecta a los auditores, en la sociedad de negocios se ha generado, en ocasiones, una percepción en el sentido de que han estado actuando más como defensores de los intereses de las compañías que como el profesional que garantiza la razonabilidad de la información financiera de las entidades que auditan.
Los usuarios de la información financiera han dejado de creer que el auditor emite su informe en pro del interés público de la sociedad y mercados financieros y esto ha sido motivo para extremar las regulaciones a los auditores.
Los eventos de escándalos financieros han provocado que se tenga un marco regulatorio para garantizar la actuación del auditor, remarcando, sobre todo, el tema de su desempeño independiente.
A partir de auditorías de estados financieros que inicien el 1 de enero de 2012, los trabajos se deben realizar con la normatividad internacional, situación que fue motivada, en parte, para garantizar que el examen de la información financiera se realiza con reglas internacionales y, por lo tanto, son reconocidas en el ámbito de los negocios internacionales. Antes de llegar a esto, desde 2009 se modificaron las normas de auditoría en México para converger con la normatividad internacional para que, llegado el momento de la adopción se estuviera trabajando en un porcentaje alto, muy similar a las reglas internacionales.
Una de las diferencias importantes entre la norma mexicana y la norma internacional, es el formato de la opinión, en el cual, de acuerdo con la NIA 700, El dictamen del auditor independiente sobre un juego completo de estados financieros de propósito general, se abunda más sobre el alcance del trabajo y las responsabilidades de la Administración de la entidad así como del auditor en relación con la información financiera. Incluso en el dictamen, de acuerdo con la norma internacional, se invoca el cumplimiento con los requisitos éticos.
Hoy en día está en proceso de revisión, por parte del IAASB (International Auditing and Assurance Standards Board), el formato de dictamen de acuerdo con la NIA 700, en la cual se contempla hacer más extensa la redacción del dictamen con la finalidad de aclarar, con mayor profundidad, el alcance de nuestro trabajo y las responsabilidades que guardan los actores que participan en la generación y examen de la información financiera. Esto representa pasar de dos hojas de informe -de acuerdo con la actual NIA 700- a cuatro o cinco páginas del proyecto del nuevo formato de dictamen. La intención de este cambio es tener mayor transparencia, identificación de riesgos y, sobre todo, la identificación clara de responsabilidades.
Uno de los aspectos primordiales en la ejecución del trabajo de auditoría es la independencia del auditor, por lo que, en esta nueva idea de dictamen, se hará mucho énfasis en la condición de independencia, lo cual es un concepto ético relevante en el ejercicio de nuestra actividad como auditor externo y que ayuda a generar la confianza en el usuario del reporte.
En relación con la ética del Contador Público, esta debe ser la base fundamental de su desempeño y, por lo tanto, su principal respaldo de confianza ante terceros. Asimismo, el Código de Ética Profesional también está pasando por un proceso de adecuación y modificación.

Conclusión
Después de estas reflexiones podemos concluir que todos estos cambios y adecuaciones a las diversas regulaciones y para los diferentes actores relacionados con la información financiera (preparadores, reguladores, usuarios, auditores, etcétera), van encausadas, en gran medida, a recuperar o fortalecer la confianza en un ambiente de negocios que ha entrado en una crisis de credibilidad y en la cual está involucrado el auditor.
La confianza en el reporte del auditor parece ser que atraviesa por un bache de desconfianza, lo que ha motivado la emisión de regulaciones tanto para el ente auditado como para el propio auditor y las firmas de auditoría. Órganos de revisión como el PCAOB, o la intención de la comunidad europea, por medio de su documento denominado “Green Paper” y, en México, la Comisión de Control de Calidad del IMCP -que si bien sus actividades y fundamentos generan diversas opiniones-, tienen como uno de sus objetivos, sin duda, tratar de reforzar el ambiente ante la comunidad de que los trabajos de auditoría se hacen con el más estricto control de calidad y el cumplimiento de la normatividad para motivar ese ambiente de confianza en los usuarios del reporte del auditor y, con ello, dar respuesta a la pregunta que puede generarse en este ambiente de desconfianza: ¿Y quién revisa a los auditores?
Por otro lado, se busca tener un formato de dictamen de cuatro o cinco páginas donde se explique el alcance, las responsabilidades, los riesgos, las conclusiones, la opinión, otros asuntos, etcétera; cuando en su origen y de acuerdo con documentos de hace dos siglos, como la revista The Accountant de Londres, en la cual fue publicado el siguiente dictamen en abril de 1888:
Tengo delante de mí el balance de […] limitado al año terminado en septiembre de 1887, el que fue auditado y hallado correcto.
Pareciera que esta redacción era suficiente para generar el grado de confianza necesario y quizá se entendía el alcance del trabajo que representa una auditoría.
Como profesión tenemos la obligación y, sobre todo, el compromiso de fortalecer el valor de nuestro trabajo como auditores.
Si bien es necesario dar cumplimiento a todas estas regulaciones y requerimientos para la ejecución del trabajo de auditoría, también debemos resaltar ante la comunidad que la base fundamental de nuestro desempeño como profesionales está en nuestra formación humana y moral. Nuestra actuación se clasifica en aspectos técnicos y éticos; la técnica se adquiere con el estudio, la ética con la práctica habitual de los valores que la sociedad estima necesarios para depositar su confianza en los profesionales, valores como la honradez, honestidad, integridad, etcétera, y que dan y seguirán dando ese respaldo de confianza a su trabajo. Debemos, entonces, promover estos valores y relucir ante la comunidad que nuestro trabajo se realiza con base en estos.
El reporte del auditor deberá seguir siendo el soporte adecuado y fundamental que brinde seguridad a los usuarios de la información financiera auditada, de que esta será útil y confiable para la toma de decisiones. Nos corresponde a la profesión promover el valor y peso de nuestro dictamen. Dejar claro que los valores como la integridad y la honradez no son nuestro objetivo, sino nuestro punto de partida; la integridad para buscar la verdad y la honradez para exhibirla, generando y fortaleciendo la confianza.
Se dice que sin confianza no hay acuerdo posible, sin confianza no hay respeto ni crecimiento. La desconfianza produce desgaste, la desconfianza desmotiva, crea distancia entre las personas, crea dentro del ser humano muchos escudos, protecciones y caretas que son difíciles de derribar. Por lo tanto, generemos con nuestro actuar profesional y ético un ambiente sólido de confianza.

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