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ISSN 2594-1976
Artículos

Desequilibrio atmosférico. Consecuencias catastróficas

admin - 28 agosto, 2012

Luz Ximena Olivares Faundez

Delassessor

Contador Auditor

xolivare@vtr.net

 

Durante el siglo XX se presenció uno de los cambios más trascendentes en el clima a escala global. Entre 1985 y 2000 el planeta vivió un aumento notable de la temperatura sobre la superficie de la Tierra, alcanzando los 60ºF, y 1998 se estimó el año más caliente de esa década. Estas cifras demuestran el alto porcentaje de actividades humanas que se practican para generar energía, como la quema de combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas natural, que concentran 86,5% de la energía total que se utiliza para autos, aviones, fábricas y hogares.

Esta presencia de CO2 y otros gases en la atmósfera, comprenden 80% de las emisiones humanas, las cuales retienen enormes cantidades de calor y generan cambios dañinos para la atmósfera: “Estos gases ensanchan la atmósfera, haciendo que más energía del Sol quede atrapada, aumentando así la temperatura en el mundo”.[1]

Uno de los síntomas que se han observado con el calentamiento climático, ha sido la reducción de las áreas cubiertas de nieve en el hemisferio norte, lo cual ha ocasionado que muchos témpanos de hielo se hayan derretido. Lo mismo ocurrió en la Antártica, donde se ha presenciado una reducción impactante en el tamaño del continente polar, a causa de las altas temperaturas en la zona.

Desequilibrio atmosférico

La contaminación que hemos generado es la causa del cambio climático en la Tierra. El aumento de la temperatura es el factor que más ha influido en la conducta del clima, el cual, ha intervenido el equilibrio de este ciclo atmosférico.

Esto se ha reflejado en un cambio en las precipitaciones, lo cual ha ocurrido “debido a un incremento en la evaporación de los cuerpos de agua superficiales ocasionado por el aumento de la temperatura”.[2] De acuerdo con los estudios científicos se explica que: “Este incremento en la evaporación de agua resultará en un aumento en la intensidad y frecuencia de los huracanes y tormentas. También será la causa de que la humedad del suelo se reduzca debido al alto índice de evaporación, y que el nivel del mar aumente un promedio de casi dos pies en las costas del continente americano y el Caribe”.[3]

En los últimos años, se han vivido, cada vez con más frecuencia, fenómenos climáticos extremos, tales como sequías, huracanes o inundaciones, en distintos puntos del globo, generando enfermedades, plagas, incendios forestales y otros desequilibrios climáticos. Uno de los desastres climáticos más conocidos, ha sido el Huracán Katrina, uno de los fenómenos más destructivos de 2005 en Estados Unidos; o también pandemias que han dado vuelta al mundo, la gripe AH1N1surgida en 2009.

En la actualidad, vemos día tras día, gracias a la mala calidad del aire, un aumento de enfermedades respiratorias y cardiovasculares en ciudades con gran número de habitantes como en las metrópolis. Pero en otro contexto, en zonas más tropicales, podemos presenciar enfermedades causadas por mosquitos, la deshidratación y, entre otras, epidemias como el dengue, la malaria, el cólera y la fiebre amarilla producto de las altas temperaturas del sol.

A medida que sube la temperatura, el nivel de los océanos, lagos y ríos disminuye su porcentaje, ya que se evaporan debido a esta alza de calor en la atmósfera. En este contexto, se deduce que cada vez los habitantes serán más dependientes del agua potable, a pesar de que cada vez más se hace más escasa.

Todo hábitat que sufre un alza de temperatura, tiende a secarse, perdiendo suelo, flora y fauna, en automático, convirtiéndose en un desierto; esto lo podemos observar en “la pampa argentina y las grandes llanuras de Norteamérica, en terrenos no aptos para la ganadería.”[4]

Según un estudio realizado en Alianza Geográfica de Lillian Bird y José Molinelli: “Los científicos estiman que la temperatura promedio de la superficie terrestre puede llegar a aumentar hasta 4.5ºF en el transcurso de los próximos 50 años (2001-2050), y hasta10ºF durante este siglo”.[5]

Solución social

El siglo XXI ha sido víctima de todas las consecuencias que han repercutido productos del cambio climático que se ha generado por las malas costumbres que los seres humanos han adoptado; por ejemplo, en la época de la industrialización, la liberación de CO2 fue determinante en la contaminación del aire. Asimismo, las necesidades de nuestra sociedad por conseguir más fuentes energéticas mediante el uso del petróleo y los gases, así como las costumbres cotidianas de usar vehículos, chimeneas, entre otros, ha contribuido en un importante desequilibrio atmosférico.

En la actualidad, estas cifras han aumentado en el rápido incremento de la temperatura del aire, del océano y en todo el ambiente climático; sin embrago, estas cifras se pueden revertir, lo cual está en el hábito y costumbres de los seres humanos, con soluciones que no afecten a un tercero, sino que ayuden a tener una mejor calidad de vida.

El reducir el consumo de la energía eléctrica, usar bombillas fluorescentes ahorrativas de luz, gastar menos agua potable, comprar productos con empaque reciclado, utilizar transporte público o caminar, reciclar envases de aluminio o vidrio, sembrar árboles, etcétera; asimismo, utilizar energías alternativas como la solar, eólica y los biocombustibles.

Para llegar a las soluciones anteriores, se debe, primero cambiar nuestra actitud y costumbres. Se debe crear conciencia de la actual situación de desequilibrio que vive el clima del mundo, lo cual afecta a las nuevas generaciones que vivirán esta situación.

Las altas cifras de temperatura sobre el suelo del globo terráqueo pueden bajar con los años, optando, también, por generar conciencia en los gobiernos de cada país y planteando nuevos proyectos en relación con la generación de energía alternativa.



[1] http://www.alianzageografica.org/leccioncalentglobal.pdf

 

[2] http://calentamientoglobalclima.org/

 

[3] http://www.alianzageografica.org/leccioncalentglobal.pdf

 

[4]                   Íbidem.

[5]                   Íbid.

 2
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